CAPÍTULO 37

– Esta estuvo demasiado cerca.

Hallie besó la larga y delgada cicatriz en el interior del muslo izquierdo de Jason.

– Sí, demasiado cerca -dijo él, e intentó no pensar en la boca de ella acariciando esa cicatriz que él siempre notaba al bañarse, porque había sido demasiado cerca, en la palma de ella ahora apoyada sobre su abdomen, con los dedos abiertos.

Jason estaba haciendo su mejor intento por no estremecerse como un hombre paralítico. Sólo dijo, “Hallie.” Qué extraño que susurrar su nombre en momentos como este fluyera tan tranquilamente dentro suyo ahora, cálido y fuerte. Dijo su nombre otra vez, porque se sentía tan bien hacerlo, porque el aliento de ella era tibio contra su piel.

Hallie fue subiendo la mirada desde su cuerpo hasta su hermoso rostro, se estiró para besarle el abdomen y volvió a mirarlo a la cara.

– No mucho tiempo atrás me hubiese alarmado estar provocándote aflicción. Pero ahora no. -Volvió a bajar la cabeza, besó nuevamente la cicatriz, su toque tan suave que él quería llorar. -¿Cómo sucedió?

– ¿Qué? Oh, el corte en mi pierna. James logró meterse bajo mi guardia, clavó su espada de madera contra mi panza y yo caí hacia atrás sobre un tronco. Una rama pequeña y desafortunadamente muy afilada estaba levantada, desgarró los pantalones y me dio.

– ¿Eras lo suficientemente grande como para estar mortificado cuando tu madre quiso ocuparse de ti?

– Oh, sí, pero mi padre me salvó, bendito sea por siempre, él mismo me limpió. -Y dijo su nombre otra vez. -Hallie.

Ella trazó la delgada cicatriz sobre el hueso de la cadera derecho, resultado de haber sido arrojado de su poni cuando tenía seis años, le contó. Jason creyó que todo había terminado para él cuando ella lamió esa cicatriz, sus dedos rodeándolo ahora, y él, simplemente, quiso clavar los talones contra el colchón y morir. Gracias a Dios que no tenía dieciocho años y aún poseía una pizca de control sobre sí mismo. Hallie, sin embargo, era metódica. No pensaba ser apresurada. Después de una eternidad, llegó al pecho de Jason. Estaba de rodillas inclinada sobre él, con el cabello suelto, cubriendo su rostro, sus dedos moviéndose hacia la cicatriz en el hombro de él. La trazó suavemente.

– Esta es la herida de bala.

– Sí.

– De cinco años atrás.

– Sí.

– Dime, Jason. Cuéntame lo que sucedió. Creo que es hora, ¿verdad? -Cuando él permaneció en silencio, ella se agachó y le besó la cicatriz arrugada. -El dolor que debes haber soportado. Lo siento tanto.

Él sintió que se quedaba sin aire, sintió un disparo de dolor tan negro, tan real, que por un momento no pudo respirar. Hacía tanto tiempo de ese dolor, pero todavía lo sentía, sentía la absoluta impotencia, y sabía que era el pago debido por su pésimo juicio. Hallie debía haber visto el dolor en sus ojos porque lo besó, siguió tocándolo, mordisqueando aquí y allá hasta que el dolor se desvaneció. Jason se preguntó cómo podía tranquilizarlo tan rápida, tan absolutamente.

Le dijo:

– Ella iba a matar a mi padre. No podía permitir que hiciera eso.

– No -dijo ella, besándolo una y otra vez, su garganta, su mentón, su boca, -por supuesto que no podías, no más de lo que yo podría permitir que alguien matara a mi padre, no si pudiera evitarlo.

– Ella apuntó a su corazón. Mi padre es más o menos dos centímetros más alto que yo. Hubiese muerto instantáneamente. Esos benditos centímetros me salvaron la vida.

Los ojos de ella se cerraron, aunque igualmente podía verlo arrojándose frente a su padre, la bala desgarrando su carne. Sintió un odio tan intenso, tan atroz por esa mujer muerta mucho tiempo atrás, que por un instante supo lo que era desear la muerte a otro. Era una pena que esa mujer ya estuviera muerta y lejos de ella.

– No entiendo. ¿Por qué quería matar a tu padre?

Jason levantó la mano y le apartó el cabello. Vio furia en los ojos de ella, volviéndolos casi negros, y se preguntó a qué se debía. ¿Cómo podía sentir tan profundamente algo que había sucedido tanto tiempo atrás, mucho antes de que ella lo hubiera conocido? Estaba bien y era justo que él recordara, que se aferrara al filtrante dolor como lo haría con una conocida camisa vieja. Tal vez no debería recordarlo con tan cruda claridad, pero así era.

– Su nombre era Judith y yo fui su marioneta. Era hermosa, pero no fue su belleza lo que me atrapó, fue su ingenio, su habilidad para sorprenderme, para hacerme reír y sacudir la cabeza al mismo tiempo. Quería casarme con ella. Nunca vi su traición hasta que fue demasiado tarde. Fui un maldito tonto.

– Cuéntame -dijo ella, y se sentó sobre sus caderas, blancas y desnudas, su largo cabello suelto, cayendo sobre sus hombros para velar sus senos, las manos abiertas sobre sus muslos. -Cuéntame -dijo otra vez.

Jason no quería evocar el recuerdo que seguía siendo tan caliente y duro como una piedra dentro suyo. No quería que ella conociera los malditos detalles de lo que había hecho, no quería que se diera cuenta de lo tonto que había sido, que viera al patético joven que casi había destruido a su propia familia, pero las palabras salieron de su boca aun mientras sacudía la cabeza.

– Fue todo por la codicia de tres personas malas, tres personas con absolutamente nada de conciencia. Mi padre quedó atrapado en el ojo de esa tormenta. -Le contó sobre Annabelle Trelawny, una mujer que los había engañado a todos, incluyendo a Hollis, sobre cómo James casi también había muerto. -Él logró matar al hermano de Judith, Louis, pero estuvo tan cerca, Hallie. -Se frotó el hombro, sintiendo otra vez el instante en que la bala lo había golpeado, arrojándolo contra su padre. -Corrie mató a ambas mujeres -dijo. -Diciéndolo ahora, no parece posible, pero lo hizo; primero disparó a Judith, luego a Annabelle Trelawny, para salvar a Hollis. Puedo recordar los sonidos de las balas, y pensé lo ruidosas que eran, y supe que una de ellas me había dado, y pensé que era muy extraño, porque me sentía entumecido. Aparte de eso, realmente. Recuerdo a mi padre presionando la palma de su mano contra la herida en mi hombro, lo recuerdo gritándome, y me sentía tan aliviado de que él estuviera bien. Luego recuerdo pensar que con mi suerte la bala fácilmente podría haberme atravesado e igualmente matarlo, pero eso no sucedió. Quería decirle que lamentaba toda la devastación que había causado, pero no podía, las palabras no salían, y entonces, bueno, no pude hacer nada.

– Casi moriste -dijo Hallie.

Le estaba pasando los dedos por el hombro, tocando apenas la cicatriz.

– Pero no lo hice. Mi familia estuvo allí, siempre estuvieron allí, y cuando finalmente abrí los ojos, estaban tan contentos y aliviados, me decían una y otra vez que estaría bien, que iba a vivir. Yo no estaba seguro de quererlo. Todos esos rostros comprensivos, amados, la preocupación y el amor por mí profundamente grabados, el temor a que muriera.

– No podías soportarlo porque la culpa era tuya.

– Sí, era mía, de nadie más.

– Cuéntame otra vez cómo era todo culpa tuya.

– Si no hubiese sido tan tonto, tan ciego y lleno de mi propia vanidad e invencibilidad, Judith no hubiera podido atraerme, convertirme en su ingenuo. No hubiese ganado.

– ¿Dices que ella ganó? ¿Cómo puede haber ganado, Jason? Está muerta. Tú no estás muerto, tu padre no está muerto, James no está muerto.

– No gracias a mí. Querían nuestras muertes, Hallie. Realmente querían hacerlo. Lo peor de todo es que querían beneficiarse de eso. Eran monstruos malignos. El hermano de Judith había dejado inconsciente y atado a James. Gracias a Dios James es tan fuerte y tan inteligente, pero igualmente, estuvo demasiado cerca. Podría haber muerto fácilmente.

– No lo hizo. Se salvó a sí mismo, tal como salvaste a tu padre. -Antes de que pudiera hablar nuevamente, ella se agachó y lo besó suavemente en la boca, con la palma de su mano sobre el corazón de él. El latido era sólido, constante, ahora no estaba acelerado por la necesidad. -Tu padre -le dijo pensativamente, con el ceño fruncido, -debe haber odiado que tú, su hijo, lo hayas salvado.

– Sí, así fue. Me dijo que él era el padre, que era él quien debería proteger a su hijo. Estaba furioso porque yo había saltado frente a él.

– ¿Eso te sorprende?

– No. Es mi padre. Intentó excusar lo que yo había permitido que Judith me hiciera, dijo que si tanto quería adjudicar la culpa, que entonces le diera a todos su parte. -Jason se quedó en silencio, consciente de la palma de ella ahora cubriendo la cicatriz de bala, pero bajo esa palma el maldito dolor seguía allí, pulsando fuerte y caliente. -Dijo lo que yo hubiese dicho si hubiera sido el padre.

– Por supuesto. Y tenía razón.

– No estabas ahí, Hallie. No sabes qué sucedió realmente.

– ¿Tu padre alguna vez te ha mentido?

– Claro que no, pero esto es muy diferente. Él no quería ver esto como una mentira, lo veía como…

– ¿Como qué?

– Como algo que se resistía a creer, porque yo era su hijo y me amaba.

– ¿Amas a tu padre, Jason?

Él la tomó de la muñeca e hizo bajar a Hallie a un centímetro de su rostro.

– ¿Por qué preguntarías algo tan estúpido como eso?

Ella le besó suavemente la boca y luego se alejó un poquito.

– Porque evidentemente no le creíste cuando te dijo que no tenías la culpa. ¿Cómo puedes amar a alguien cuando crees que te está mintiendo?

– No fue así. Él intentó justificarlo, intentó excusar lo que yo hice…

– Esto es bastante sorprendente.

– ¿Qué es, maldita seas?

– Te has revolcado en la culpa durante casi cinco largos años. Has logrado mantener esa herida en carne viva y sangrando, siempre allí, al borde de tu mente, para no olvidar odiarte. Has nutrido esta constante compañía tuya, la has mantenido fuerte y bajo control durante tanto tiempo. Es una gran dedicación de tu parte, Jason. Imagino que probablemente te sentirías incompleto sin ella ahí, golpeándote, recordándote la abominable excusa de hombre que eres. Tu padre debe sentir que te falló. En realidad, supongo que sí te decepcionó. Como dije, es evidente que no le creíste, ¿cierto? ¿No creíste su palabra de que no tenías la culpa? Hmm, toda esta agitación acerca del mal tiempo atrás y la interminable y maldita culpa me ha dado bastante sed. ¿Te gustaría un poco de leche caliente? Entiendo que es el antídoto de madre para los ánimos deprimidos. Mi padre siempre pone los ojos en blanco y dice que el brandy es la única bebida para reordenar los humores. ¿O preferirías que tus ánimos permanezcan deprimidos?

– Fuiste tú quien sacó el tema, Hallie, tú quien exigió saber qué había sucedido. Mis ánimos no están deprimidos, maldita sea.

– Bueno, has deprimido los míos sin dudas.

Hallie se alejó de él, se levantó, bellamente desnuda, sólo que él no lo notó, porque sus ojos estaban enfocados en el cuello de ella, en cómo sus manos encajarían perfectamente alrededor de ese cuello, y apretarían. Sintió el pesado ardor de la furia en su garganta.

– Te dije que una parte de mí estaba muerta, que no estaba entero, que me habían quitado la capacidad de confiar y que por eso era que no quería casarme, que…

– Oh, sí, me lo dijiste -dijo ella, mientras se ponía la bata. -Es todo muy triste. Sólo imagina… estar en parte muerto. Sí, eso es sin dudas triste. -Hallie suspiró. -Mira la culpa que ahora tendré que llevar conmigo.

– ¿Culpa? ¿Tú? No tienes ninguna culpa, eras una niña en el momento que esto sucedió.

– Oh, sí, la tengo. ¿No lo recuerdas? Salté sobre tu pobre, inocente y muerta persona. Estaba lista para hundir mis dedos en el frente de tus pantalones… mi padre tenía razón en eso. Atacándote como lo hice, sellé tu condena. Pobre Jason. Además de todo ese dolor que parte el alma que te atormenta, fuiste forzado a tomar una esposa, a saber yo, precisamente lo último que deseabas. Tener una esposa debe parecerte el instrumento final de tortura, la doncella de hierro; lo siento, sólo una bromita. Pobre Jason, atrapado ahora entre el recuerdo del fracaso y la culpa… y una esposa. ¿Crees que la maligna Judith, muerta mucho tiempo atrás, está dando vueltas como un espíritu, frotándose las manos de gusto porque sabe que todavía controla tu vida? Eso complacería a la maldita perra, ¿no lo crees? Hmm. Me pregunto si su espíritu aún cree que ganó. ¿Te gustaría un poco de leche caliente?

Jason saltó fuera de la cama, tan enojado que casi estaba rabioso, tan furioso que quería ese cuello suyo entre sus grandes manos, ahora.

Sacudió el puño hacia ella, le gritó con todas sus fuerzas:

– No intentes actuar toda superior e inteligente conmigo, Hallie. No menciones el adulador espíritu de Judith para hacerme sentir ridículo. Maldita seas, ¡no te atrevas a intentar sacarme alegremente de esto!

Ella vio el pulso palpitando en su garganta y luego se quedó mirando fijamente su ingle.

– No, por supuesto que no. A veces las palabras caen de mi boca, lo sabes. Sé que no hay manera de hacerte enfrentar lo que sucedió cinco años atrás. Sería como arrancar las tejas de un techo con las uñas. ¿No tienes frío, Jason? ¿Quieres que te dé tu bata? Creo que está por aquí en el suelo, donde la arrojaste aproximadamente quince minutos atrás. Ah, pero disfruto mucho observándote, quizás…

Él levantó su propia bata y se la puso con un movimiento de hombros.

– Maldita seas, deja de mirarme.

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