CAPÍTULO 43

Lyon’s gate – Diez meses más tarde.


Más tarde, Jason juraría que el grito había sacudido la casa. Luego de todas esas interminables horas, no podía imaginar que ella tuviese el aire, mucho menos la fuerza para gritar, pero lo hizo. Pensó que los huesos de su mano se quebrarían de lo fuerte que lo apretaba.

– Está llegando -exclamó el doctor Blood por encima de ese grito. -Ya no falta mucho. Un poquito más de nueve horas, para nada mucho tiempo.

Hallie miró con los ojos entrecerrados a Theodore Blood, quien estaba totalmente loco y nada le gustaba más que ser invitado a Lyon’s gate para ver a Dodger y Eclipse entrenar, y jadeó:

– ¿Nueve horas no es demasiado tiempo, bufón? ¿Por qué no cambiamos de lugar?

Él palideció… Jason podía jurar que Theo había palidecido. No lo culpaba. Él mismo estaba exhausto, loco de preocupación, pero comparado con el dolor que ella estaba soportando, no era nada. Se inclinó más cerca, la besó.

– Theo se disculparía por ese estúpido comentario, pero está demasiado cerca de parlotear de miedo. Ahora, cariño, ese fue un grito realmente sustancioso. Hazlo otra vez, eso, eso. Ya no falta mucho.

Ella gritó, inconsciente por un momento prolongado.

Jason maldijo y le secó la frente sudorosa con un paño fresco y mojado.

– Lo siento tanto, maldíceme un poco más, eso lo hará mejor. Tu padre dijo que Genny te alentó a aprender algunas palabrotas nuevas este último mes.

– No le creí -dijo Hallie. -Soy tan estúpida como Theo. No le creí. -Su agarre de la mano de Jason se intensificó. -Oh, maldito seas, Jason. Espero que te pudras en el foso más profundo del Infierno, tú y todos los hombres, miserable sapo con aliento a caballo…

Se interrumpió, jadeando, y entonces se perdió, gimiendo. Luego volvió a gritar, arqueando la espalda y levantándose de la cama. Jason sintió que la contracción la desgarró. Theo la superó en gritos.

– ¡Lo hiciste, Hallie! Casi estamos. Puja, Hallie. ¡Puja! Ahora, eso es.

– Maldito seas hasta el foso más oscuro con el resto de los hombres idiotas… oh, Dios, oh, Dios…

– ¡Puja!

Ella apretó los dientes y pujó.

Jason dijo:

– Eso es, cariño. Eso es, mi hermosa muchacha valiente.

Hallie le gritó entre jadeos:

– ¡Maldito Satanás, eso es lo que le dijiste a Piccola cuando estaba pariendo su potrillo! -y volvió a gritar con los dientes apretados.

Ante un asentimiento de Theo, Jason dijo:

– ¡De nuevo, Hallie, de nuevo!

– Estoy pujando, maldita sea tu negra alma y tus sonrisas pecaminosas que me metieron en este lío en primer lugar.

– ¡Ah, lo tengo! Ah, sí, es un niño y es perfecto. Oh, cielos, deberían escuchar esos pulmones, fuertes como los de su madre… pero esperen, ¿qué es esto?, oh, cielos, otro… es otro bebé, oh, Dios mío, esto es una sorpresa, pero no debería serlo, ¿cierto? Oh, cielos, no pensé, no supuse, y debería haberlo hecho. Sí, Hallie, puja, pero no mucho. ¡No tengo manos suficientes! ¡Jason, ven aquí ahora!

Jason atrapó a su hija con las manos estiradas. Ella abrió una boca diminuta y gritó tan fuerte como su hermano. Se quedó mirando al diminuto ser en sus manos, los dedos no más grandes que las astillas que Jason había quitado del pulgar de Henry ayer. Theo y la comadrona, la señora Hanks, ambos riendo por esta inesperada sorpresa, se controlaron rápidamente.

La señora Hanks quitó el bebé a Jason, diciendo una y otra vez:

– ¿No es esto grandioso? Dos de ellos a la vez, otro par de mellizos en la familia. Oh, ¿no es hermosa? Igualita a su papá.

– Y su hermano.

Jason miró a Theo Blood, que tenía a su hijo, cantándole aun mientras lo lavaba. Ninguno de ellos dejaba de gritar. Lavó y secó rápidamente sus manos, se acercó a Hallie y le secó el sudor de la frente.

– Son perfectos -le dijo, y la besó. -Son increíbles, Hallie, tú eres increíble. Me has dado dos bebés, un niño y una niña. Oh, Dios, esto es demasiado que asimilar para un hombre.

– Si te desmayas, Jason -dijo Theo, -lo anunciaré en la London Gazette. Mantén la calma.

Jason se rió.

– No te decepcionaré ahora, cariño, aunque sí me siento un poco mareado. ¿Cómo te sientes?

Hallie estaba más allá de las palabras. El interminable dolor había desaparecido, verdaderamente desaparecido. Había terminado. Estaba viva y ella, al igual que Jason, miraban hacia la chimenea, viendo a Theo y la señora Hanks bañar y envolver a los bebés en una suave lana blanca.

Sus bebés. Había dado a luz a dos bebés. Quería abrazarlos, sentir sus pequeños cuerpecitos, que le gritaran justo en la cara.

– Son perfectos los dos, Hallie -le dijo Theo. -Pequeños, pero perfectos. Dame otro momento y me aseguraré de que tú también estás perfecta. Ah, qué notable exhibición de poder pulmonar. ¿Alguno de ustedes oyó lo que dije por encima de los gritos?

Jason asintió. No podía asimilarlo. Se puso de pie de un salto, salió corriendo del dormitorio, corrió por el corredor para agarrar la barandilla en la cima de las escaleras y evitar caer volando.

– ¡Tenemos mellizos! Corrie, James, ayuda, necesitamos sus manos. ¡Todos los demás, no se muevan! Todo está bien.

Corrie y James llegaron corriendo. Theo pasó el pequeñito a Corrie y la señora Hanks entregó la niñita a James. James había querido preguntarle qué debía hacer con esa diminuta criatura que gritaba, pero no pudo hacer más que quedarse mirándola.

Susurró:

– Douglas y Everett eran así de pequeños, ¿cierto? Es asombroso. Oh, Dios, Jase, los dos somos padres.

Mientras Theo atendía a Hallie, Jason, para distraerla, seguía secándole el rostro con paños fríos y húmedos, y besándola… la boca, la nariz, la oreja.

– Lo hiciste, me diste dos perfectos bebés, un niño y una niña esta vez. -Jason se rió y quiso llorar. -Te los traeré en un instante. James y Corrie están ocupándose de ellos. No te preocupes, me aseguraré de que no intentan robarlos, no después de todo el trabajo que hiciste. Son tan pequeños, James podría meterlos en los bolsillos de su chaqueta. Ahora, ¿qué quieres que haga con este patético doctor tuyo a quien creía tan inteligente? Este tipo descerebrado que no creía que fueran dos bebés. Decía que sólo estabas enorme. Estabas bastante equivocado, ¿cierto, Theo?

– Soy un estúpido.

– Más fuerte, por favor -dijo Jason.

– SOY UN ESTÚPIDO.

– Bien. Ahora, mi dulce y sudada muchacha, necesito que descanses. Más tarde decidiremos qué deberíamos hacer con este doctor cabeza de calabaza.

Hallie estaba tan cansada que quería dormir al menos durante un año. Se sentía maltratada y aplastada, y bastante maravillosa dado que había estado maldiciendo a Jason sólo cinco minutos antes. Sentía el cuerpo sorprendentemente ligero. Movió la mano hasta su panza.

– También le dijiste eso a Piccola. -Él le sonrió. -Mi panza se ha achatado otra vez.

– Sí.

Jason le tomó la mano y le besó la palma.

– ¿Dije algo a Theo por lo que deba disculparme?

– No tienes que disculparte con el estúpido.

– Es cierto -dijo Theo. -Además, he oído cosas mucho peores.

La señora Hanks dijo:

– Amén.

– Uno sólo puede intentar -dijo Hallie.

– Mostraste un buen registro, Hallie, excelente sentimiento, y el volumen fue más que adecuado.

Hallie sonrió a Theo Blood, su médico de nombre desafortunado, que se había convertido en un excelente amigo de ella y Jason durante los pasados seis meses. Le tomó la mano, sintió su pulso. Después de un momento, asintió.

– Vas a estar bien. No veo problemas, el sangrado no es malo. Soy un médico espléndido.

Jason se acercó más a su esposa y dejó afuera al mundo. Le pasó la punta de un dedo por las cejas.

– Te amo, Hallie. Te amo. Ahora lo digo en serio. Lo diré en serio dentro de cincuenta años. Ahora duerme.

– Eso suena muy bien. ¿Realmente esperas que me duerma dócilmente cuando quiero cantar, Jason? Pero no bailar, yo…

Al instante siguiente, estaba dormida.

Jason besó sus labios agrietados, le apartó el cabello sudado de la frente y se levantó.

– ¿Mis bebés?

– Hermosos -dijo Corrie. -Y sanos, Jason, aunque son tan pequeños. Están preparados para conocer a su madre. Imagínalo, otro par de mellizos. Válgame, es la primera niñita en la familia. Jason, debes ir abajo y decirle a todos antes de que irrumpan en la habitación.

Mientras metía un suave manta bajo el mentón de Hallie, Theo dijo:

– Espero que tengan otro nombre a la espera, Jason.

– Hmm, ¿aparte de Alec? Sí, estoy pensando… no, debo discutirlo con Hallie primero. Si alguna vez despierta.

Theo miró su reloj.

– Se quedó dormida antes de ver a sus bebés. Estará despierta en menos de un minuto.

– No, imposible. Ha trabajado tan duro, Theo, nueve horas, está exhausta; estás tan equivocado en esto como estabas con los mellizos…

– Jason, quiero ver a nuestros bebés.

Jason rió a carcajadas. Miró a su propio gemelo. James tenía a uno de los bebés en sus enormes manos, Corrie al otro. No merecía ser tan feliz o tan afortunado, pero Dios así lo había dispuesto. Rogó que los mellizos estuvieran bien, que crecieran para tener sus propios gemelos. Estaba bendecido. Tanto él como James estaban bendecidos.

Se aclaró la garganta.

– Denme a mis bebés. Quiero mostrárselos a su madre.

Cuando Jason acunó a ambos bebés en sus brazos, sintió la mano de su hermano sobre el hombro. Como había pasado tantas veces en sus vidas, compartieron el mismo pensamiento: la vida era dulce. Eran los hombres más afortunados del mundo.

Frotándose las manos, Theo dijo:

– Lo he hecho sorprendentemente bien. Todos están sanos. Entonces, ¿qué si me equivoqué con un bebé?

La mano de Douglas Sherbrooke estaba levantada para golpear a la puerta del dormitorio cuando oyó las risas de sus hijos.

Bajó la mano. Sus hijos. Oyó un gritito y sonrió. Rogaba que la vida continuara repartiendo más risas que lágrimas. Entonces oyó un coro de gritos.

Los gritos continuaron, dos gritos distintos. Maldición, otro par de gemelos. La puerta se abrió. Jason gritó de alegría al ver a su padre, y lo abrazó fuerte.

– Hallie me dio un niño y una niña. Estoy seguro de que soy el hombre más afortunado de la tierra.

– Pensé que yo lo era -dijo Douglas, mirando para ver a James sonriéndole. Asintió a su hijo mayor y dijo por encima del hombro: -Alexandra, ven a escuchar este adorable dúo de gritos de tus nuevos nietitos.

Загрузка...