CAPÍTULO 36

Hubo un momento de aturdido silencio. No pasaba todos los días que un pura sangre desconocido ganara la carrera Beckshire, o cualquier otra carrera importante si vamos al caso. Muchos de los espectadores habían perdido una buena cantidad de monedas. Luego, con todos los Sherbrooke delante, el aire empezó a llenarse de ovaciones, más y más fuertes cada vez. Aquellos que se habían arriesgado con las bajas probabilidades y el desconocido Dodger pronto superaron en gritos a los Sherbrooke. Jason oyó a su gemelo, pudo ver la sonrisa dividiendo el rostro de su padre. Hallie estaba en sus brazos, abrazándolo, apretándole el brazo, riendo, y entonces se puso en puntas de pie y lo besó con fuerza frente a todos. Se rió contra su boca y lo besó una, dos veces más.

Jason se quedó allí parado mirando a Lorry hacer detener Dodger. Lo vio palmearle el cuello continuamente, como Jason le había enseñado, sosteniéndolo firme con sus rodillas, agarrándose el brazo derecho, la sangre rezumando entre sus dedos.

– Oh, Dios, le han disparado -dijo Hallie con la mirada vacía. -No lo vi. Oh, bendito infierno. Jason, ¿quién podría haber disparado a Dodger?

Fue entonces que el resto de los espectadores se dio cuenta de que el jockey de Dodger tenía una bala atravesándole el brazo. Hubo un coro de cólera y de maldiciones.

Jason dijo:

– Alguien que quería muchísimo ganar. Todos están molestos por esto ahora, pero a decir verdad, no cambiará nada. Sabes qué, Hallie, estoy pensando que el dueño que contrató al primer hombre para disparar también contrató al segundo. Y lo atrapamos. Veremos si Henry, Quincy y nuestros demás hombres pueden encontrar al hombre que disparó a Lorry.

La emoción palpitaba dentro suyo. Dodger había ganado y Lorry parecía estar bien.

Resultó que la bala apenas lo había rasguñado, pero Jason sabía que debía doler mucho. Él y Hallie se quedaron junto a Lorry mientras el médico lo vendaba. Luego de agradecer al doctor, Jason y Hallie se dieron vuelta, para encontrarse rodeados por una docena de emocionados Sherbrooke, todos riendo y golpeando tanto a Hallie como a Jason en la espalda. Jason se dio cuenta, mientras miraba todos esos amados rostros, que todos estaban tan felices de que él hubiera ganado porque aún lo veían como el hombre herido que podía volver a escapar. La realidad era, pensó Jason, abrazando fuerte a su tía Mary Rose, que no había pensado en ese horrible día durante algún tiempo, quizás casi un mes. Miró a Hallie, que reía con su tío Tysen. Estaba pasándola inmensamente bien, pero la veía mirando alrededor cada vez que creía que podía hacerlo.

Estaba buscándolo. De pronto Jason se sintió lleno de una calidez y una suave especie de placer que hizo que su pecho se ensanchara unos centímetros. Jason se dio vuelta, sonriendo, ante un tirón en su manga. Era Henry.

– Amo Jason, tenemos al tipo allí, junto al carro de Dodger. El segundo tipo, el que disparó a Lorry, lamento decir que escapó.

– Descubriremos todo lo que necesitamos saber con el primero, Henry. -Se acercó y tomó a su esposa. -Tenemos asuntos que atender, tío Tysen. Discúlpanos un momento.

– Bueno, al menos Henry atrapó al primer villano -dijo Hallie. -Yo misma quiero interrogar al tipo, quiero molerlo a golpes. ¿Cómo pudo hacer eso? En cuanto al otro tipo… disparar a un jinete, es vergonzoso. ¿Jason?

– ¿Sí?

– Me dijiste que nadie lo intentaba con Charles Grandison debido a las consecuencias. Lorry bajó al jockey de Ganymede de su lomo de una patada.

– No creo que Charles vaya a decir nada, ya que su jinete intentó derribar a Lorry primero. Charles debería haberse dado cuenta de que yo enseñaría a Lorry a pelear tan sucio como fuera necesario.

– Si Charles intenta hacer cualquier cosa, tendré algo para decirle. Ahora, Jason, quiero superar las consecuencias de Charles.

Jason la abrazó, sintió el corazón de ella contra su propio pecho.

– Sí, lo haremos. Ah, bien, James está presumiendo de Dodger como el orgulloso papá. Mantendrá todo bajo control mientras nosotros tratamos con este idiota.

El idiota era joven, ese fue el primer pensamiento de Hallie; tenía la ropa sucia, como si hubiese dormido en este campo durante dos días antes de la carrera. Probablemente buscando el mejor sitio desde donde disparar, pensó, con la mano cerrada a su costado. Él estaba sentado sobre el suelo, con la pared contra la rueda derecha trasera del carro de viaje de Dodger. Henry estaba parado a un lado de él, Quincy y Horace al otro.

Hallie se paró encima suyo, con las manos en las caderas.

– Tus botas son una vergüenza -le dijo, y le pateó el pie derecho.

Él levantó la mirada hacia ella, con los ojos muy abiertos.

– Qué cosa bonita é usté, señorita, todo ese encantadó cabello en su cabeza, su aliento dulce flotando encima mío, cada palabra que usté dice como campanas repicando una hermosa música. Yo aprecio la belleza, así que la belleza debería apreciarme, ¿no lo cree?

– No.

– ¿Ahora etá diciendo que no le gustan mi’ botas? -Le ofreció una presumida sonrisa de jovencito. -¿Quiere lustrarla’ pa’ mí?

– No, haré que te quiten las botas y tendrás que caminar sobre un lecho de clavos. Clavos calientes. ¿Qué piensas de eso?

– Usté é una dama joven, la he vi’to con aquel tipo allá. Pero yo, señorita, podría mo’trale un poco de verdadera diversión aunque usté…

– ¿Estás loco, imbécil? Mira a ese tipo allá.

Él miró.

– Bueno, tal vé no -admitió. -No sé po’qué estoy aquí. Estos matone’ me agarraron donde estaba tomando una sie’ta y…

Jason dijo:

– ¿Cuál es tu nombre?

– Lo olvidé -dijo, y escupió. -Exijo que ustés me dejen ir. No hice ná, sólo e’toy aquí pa’ ver a tós lo’ mejores.

– Una linda arma tienes ahí -dijo Hallie. -¿Eres totalmente estúpido? Mira cómo has dejado que se ensucie. Apuesto a que el señor Blaystock te la dio toda limpia y cuidada, y sin embargo…

– No, no fue así pa’ ná. Yo…

– ¿El señor Blaystock te dio un arma sucia? ¿Esperaba que dispararas a un caballo o a un jinete con un arma sucia?

– No, él… bueno, metí la pata. No sé de qué etá hablando. Tiene una boca a’tuta, señorita, bastante como para hacer que un hombre corra pa’ e’conder sus partes privada’. E’cúcheme, niñita, no conozco a ningún señor Blaystock. ¿Quién é este tipo elegante?

– Ibas a disparar a uno de los caballos -dijo Jason. -¿Estabas apuntando a alguno en particular?

– No sé ná de eso.

Hallie se puso de rodillas junto al joven y tomó el sucio cuello de su camisa con las manos.

– Escúchame, miserable alimaña, mi esposo va a enviarte a Botany Bay. ¿Sabes qué es eso? Es un sitio al otro lado del mundo, lleno de extraños bichos que cavan dentro de tu oreja cuando estás dormido y te chupan la sangre de la cabeza… si sobrevives el viaje hasta allí. ¿Sabías que el sol es tan caliente allí que explotas después de un rato? Eso es, si los bichos no te drenan primero.

El joven claramente había oído sobre Botany Bay, y se mordió los labios frenéticamente.

– No ten’o mucha sangre en la cabeza para empezá. No, no, señorita, no pué mandarme ahí, no pué.

Jason chasqueó los dedos.

– Habrás partido el viernes.

– Piensa en el sol quemando sobre tu cabeza sin sangre. Simplemente se marchitará.

– Pensé que había dicho que iba a explota’.

– Uno o lo otro. Depende de los bichos. Ahora, ¿a qué caballo quería el señor Blaylock que dispararas?

– Sólo al jinete, no el corredor. Ustés sólo tienen un jockey, los dejaría afuera del negocio.

– ¿Cuál es tu nombre? -Él miró amargamente a Hallie, negó con la cabeza. Ella dijo: -Botany Bay. Viernes.

– Soy William Donald Kindred, la fruta orgullosa de la’ entrañas de mi pá, ahora llena de gin, no de semilla’. Nunca hice algo así, pero verán, mi má etá muy enferma, mi hermanito tam’ién, y…

– Te quedarás con nosotros hasta que hayamos verificado que eres quien dices que eres, señor Kindred -dijo Jason.

– ¡No quiero ir a Botany Bay! No pongan mi nombre en ningún billete de viaje. ¡No me manden con lo’ bichos!

Hallie dijo:

– Entonces será mejor que seas un prisionero muy cooperativo de ahora en adelante, ¿no lo crees? Por el amor de Dios, lustra esas sucias botas.

Jason le tomó la mano, le besó los dedos, vio cómo Hallie miraba su boca y le sonrió.

– Bien hecho, Hallie. Una excelente técnica de interrogatorio. ¿El señor Blaystock, eh?

– Vi a mi padre hacer eso una vez, funcionó de maravillas. Hmm.

Ella frunció el ceño, golpeteando con un encantador pie con zapato.

Jason dijo:

– ¿Qué pasa? Lo adivinaste.

– Lo conozco -dijo Hallie finalmente, mirando atrás al hombre que ahora estaba de pie, con las manos atadas a su espalda y la enorme mano de Horace rodeándole el brazo. -Sí, ahora estoy segura. -Jason esperó, no dijo nada. -Lo vi sostener el caballo de lord Grimsby una vez cuando estuve en Eastbourne, frente al establo de Mountbank en High Street.

– Lord Grimsby -repitió Jason. -¿Estás segura?

– Sí, lord Grimsby acababa de hablar unas palabras con su esposa, y se marchaba a una taberna, una vez que ella estuvo fuera de vista. Lo oí gritar algo a este hombre. Estoy segura de que era nuestro señor Kindred.

– Entonces -dijo Jason, mirando al hombre que ahora caminaba entre Henry, Quincy y Horace. -No es estúpido, nuestro sucio joven con sus botas desaseadas. Se dio cuenta rápidamente de que podía pasar la culpa al señor Blaystock. Fue bastante claro. Interesante.

– Sí, así es. ¿Qué vamos a hacer, Jason?

Jason le sonrió, vio la lengua de Hallie deslizarse por su labio inferior, suspiró profundamente, la besó con fuerza y se alejó de ella.

– Lo que voy a hacer es intentar mantener mis manos lejos de ti hasta que estemos en casa. Eh, Hallie, quería preguntarte, ¿realmente quieres que esa silla esté a los pies de la cama?

– Tienes razón. Mis vestidos nunca aterrizan sobre la silla. Lo sé, moveré la silla frente al armario. Enfrenta la ventana y una vista tan agradable, ¿no lo crees? -Jason se quedó mirándola, fascinado y consternado. -Estoy bromeando, Jason. Estoy bromeando.

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