CAPÍTULO 34

Northcliffe Hall – 10 de agosto.


Hallie ofreció una sonrisa cegadora a toda la mesa mientras decía a su suegro:

– ¿Desea saber sobre la Isla de Wight, señor? Hmm. Bueno, sí, creo que… Ventnor es bastante pintoresco. Se encuentra en la costa sudeste, creo. He enviado al duque y la duquesa de Portsmouth una acuarela de Dunsmore House para agradecerles.

Corrie dijo:

– No sabía que hacías acuarelas, Hallie.

– Bueno, así es, en realidad, pero no hice esta. Simplemente no hubo tiempo suficiente. La encargué a un joven que encontramos pintando en la playa.

– ¿Qué quieres decir con que no tuvieron tiempo? -preguntó el padre de Hallie, con el tenedor aún sobre su plato y una ceja levantada. -Pienso que dos semanas fueron tiempo más que suficiente para hacer todo lo que deseaba en Londres.

– Lo olvidas, Alec -dijo Douglas. Chasqueó los dedos. -En ciertas ocasiones en la vida, el tiempo pasa así de rápido.

El barón Sherard dijo, más sombrío que la muerte:

– No cuando hablamos de mi hija, no lo es. Cada vez que pienso en ella con tu condenado hijo, sabiendo cómo son los condenados hijos, ya que una vez fui uno, se me retuerce el estómago.

Alec pasó una mirada de profunda antipatía a su nuevo yerno.

Lady Lydia anunció:

– Nunca he tenido una luna de miel de la que valga la pena hablar.

– Yo tampoco hablo de la mía -dijo Angela.

– Cuando finalmente tuvimos una luna de miel -dijo Alex, sonriendo abiertamente a su esposo, -creo que hablamos francés todo el tiempo.

El conde puso los ojos en blanco.

Lady Lydia bufó.

– Estabas siempre tras mi muchacho, aún lo estás, no creas que no sé lo que estaban haciendo cuando los visité el miércoles, riendo tras la puerta del estudio. Es una desgracia.

Hallie se adelantó en su silla, toda seria, con los ojos sobre el rostro de su padre.

– Dos semanas en la Isla de Wight no es nada como dos semanas en Londres, papá. Había tanto para hacer…

– ¿Cómo qué? -preguntó su padre.

– Bueno, comer y dormir de vez en cuando, y ver el sol salir, sin mencionar los atardeceres.

Douglas atrapó la mirada de su esposa y luego sonrió a su nueva nuera. Se veía gloriosa, resplandecía, sus ojos estaban brillantes, ella chispeaba, estaba satisfecha consigo misma. Y parecía no poder dejar de reír. Lo que era, pensó Douglas, era una mujer satisfecha. En cuanto a su hijo, se dio cuenta de que Jason se veía contento, quizás incluso parecía en paz. Se preguntaba si Hallie ya estaría embarazada. No le sorprendería.

Corrie, mucho más inocente de lo que jamás creería, dijo:

– Visité la Isla de Wight sólo una vez, cuando era niña. Tío Simon se puso horriblemente mareado, así que juró que jamás volvería a dejar su cena en el Solent. Recuerdas, Hallie, el Solent es como llaman al estrecho en el Canal Inglés, entre Southampton y la Isla de Wight.

– Por supuesto que lo recuerdo. Hmm. No partimos desde Southampton, ¿verdad, Jason?

– No, partimos desde Worthing.

Corrie dijo:

– ¿La casa de ladrillos rojos sigue sobre la colina, que da al puerto?

– ¿Casa roja, dices? Jason, ¿recuerdas una casa roja? ¿Sobre una colina, que da al puerto?

Jason se veía perfectamente desconcertado.

Su gemelo dijo:

– Está bien, Jase. ¿Qué es una casa roja en el gran orden de las cosas? ¿Qué hicieron además de visitar Ventnor?

Jason continuaba viéndose perfectamente confundido.

– Bajamos a la playa -dijo Hallie, y pasó su cuchillo por el mantel, como si estuviera rastrillando arena.

Se detuvo y su mano tembló. Jason sabía exactamente qué estaba pensando. Se aclaró la garganta, no pudo pensar en una sola cosa que decir.

Su madre dijo solícita:

– Oh, ¿te refieres a la playa al costado derecho del promontorio, a menos de cuarenta y cinco metros de Dunsmore House? ¿Nadaron?

– Sí -dijo Hallie. -Estuvimos allí la mayoría de las noches, excepto cuando estaba lloviendo.

– ¿Noches? -preguntó lady Lydia. -Mi querida niña, ¿tú y tu precioso esposo iban a nadar por las noches?

– Oh, sí -dijo Hallie, sonriendo abiertamente. -No había nadie cerca una vez que el sol caía, así que nosotros… oh, cielos, no importa. El hecho es que sí planeamos nadar un día después de haber comido un agradable almuerzo de picnic en la playa bajo un encantador árbol, pero entonces… -En un destello de inspiración, Hallie dijo, sonriendo a su suegra: -Fuimos invitados a la casa de lord y lady Lindley dos veces. Personas muy encantadoras. ¿Cierto, Jason?

– Creo que sí. Sí, por supuesto que sí. Lord Lindley te admiró, tal vez excesivamente, según recuerdo.

– ¿Qué hay de lady Lindley? Creo que ella intentaba morderte el cuello de tanto que se te acercaba. Si mencionar a esas tres niñas que intentaron una estratagema muy vieja, de probada calidad…

– La cuña -dijo Corrie.

– Sí, intentaron una muy linda cuña para quedar con el camino libre hasta ti.

– ¿Qué hiciste? -preguntó Corrie.

– Ejecuté lo que ahora llamo mi contraofensiva. Jason, ¿recuerdas cuando te pedí que observaras ese cuadro en particular en la pared de la sala de dibujo?

– Sí, casi me hiciste retroceder unos dos metros según recuerdo.

Hallie asintió.

– Eso es todo. Las desconcerté bastante. Su cuña desapareció, cayeron en desorden. -Ella frunció el ceño. -Sin embargo, esta joven dama estaba decidida, pero yo me llevé de repente a Jason a bailar un vals.

– Me gusta esa contraofensiva -dijo Corrie. -La probaré cuando James y yo asistamos a nuestra próxima fiesta.

Alex dijo:

– Hallie, además de Lucille admirando el cuello de mi hijo, ¿no te pareció que tiene un gusto exquisito?

– Bueno, el interior de su armario… olía bastante fragante, pero eso no es importante, ¿cierto?

Alec Carrick se ahogó.

La suegra de Hallie se inclinó y lo golpeó entre los omóplatos.

James dijo:

– Madre, ¿por qué Hallie debería haber comentado sobre el gusto de lady Lindley en particular?

– Ella canta bellamente, su voz tiene casi el mismo tono sonoro que la de Hallie. Pero es más fuerte, mucho más volumen.

– Pero, ¿qué tiene que ver su voz con su gusto? -preguntó Angela.

Douglas dijo, con una oscura ceja levantada:

– Logra hacer pedazos una copa de cristal en cada uno de sus conciertos, eso me han dicho.

Alex dijo:

– La copa que rompió cuando estuvimos allí la última vez fue hecho específicamente para ella por los artesanos de Waterford.

Jason dijo:

– Lady Lindley cantó para el grupo, eso me enteré más tarde. Resulta que Hallie y yo no estábamos en la sala de dibujo en ese momento en particular, para presenciar el estallido de la copa. Abuela, ¿por qué pelean tú y Angela esta noche?

Angela dijo:

– Ella es más egoísta que mi único esposo, que estiraba la mano en busca de su plato de comida sin apartar jamás la mirada de sus malditos textos griegos.

– Era un hombre muy erudito -dijo Alec Carrick. -También era un exigente tirano.

– Bien dicho -dijo Angela. -En ocasiones me pregunto dónde reside ahora. -Mientras hablaba, golpeteaba suavemente su zapatilla contra el piso. -No hablaré más de mi esposo, su espíritu sigue estando demasiado cerca. No creerás esto, querida -continuó hacia Hallie, -pero esta marchita vieja bruja -movió una mano hacia lady Lydia, -admite que bajo ciertas luces, ella podría verse más joven que yo, y aquí estoy, soy lo suficientemente joven como para ser su hija, casi.

– ¡Já! -dijo lady Lydia. -A diferencia de ella, todavía tengo manos hermosas, manos elegantes, mira mis manos, con encantadoras venas azules, tan cerca de la superficie. Son de notable belleza, ¿no concuerdas, querido muchacho? ¿Mi dulcísima Hallie?

– Estaba comentando a mi esposa que tienes una venas extraordinarias, abuela.

Alex se maravilló con los jugosos insultos, todos dados y aceptados con muy buen humor. Se preguntó qué diría su suegra si ella la llamara vieja bruja encogida.

– Ambas son asombrosas -dijo Hallie, mirando de una a otra.

– Mi querida muchacha -dijo lady Lydia, -dile a esta mujer que no la quieres en Lyon’s gate ahora que estás casada y compartiendo tantas actividades encantadoras, sobre las que recuerdo poco o nada. Dile que debe venir a vivir conmigo. Le daré una cama en el ático.

– No tienes ático en la casa de campo, Lydia. Tu memoria es como esta chuleta de cordero, casi toda mordida. Si fuese a considerar mudarme contigo, querría esa encantadora habitación amarilla que enfrenta la parte trasera de la casa, que da al jardín que Hollis supervisa. Y también querría apoderarme de los jardines, plantar eneldo y tomillo.

– No me gusta el eneldo -dijo lady Lydia, y entonces se inclinó hacia Angela.

Nadie pudo distinguir lo que susurraba.

Corrie dijo a su suegra:

– Unos insultos tan maravillosos, y son todos para actuar. Si ella los dijera a usted o a mí, diría en serio todos y cada uno. En cuanto a esta -Corrie se volvió hacia Hallie, con una ceja arqueada, -entra en la casa, le dice algo absolutamente ridículo, y ella queda encantada. Tú no haces nada mal, Hallie, y eso me irrita. Nuestra suegra y yo estamos obligados a escucharla cantando interminables alabanzas sobre ti, sobre cómo Jason es tan afortunado de tenerte como esposa. Es bastante irritante.

– ¿Soy afortunado de tenerte, Hallie? -dijo Jason. -Hmm, ¿realmente lo crees, abuela?

Lady Lydia levantó la mirada y parpadeó.

– Oh, mi querida y pequeña Hallie. Ella es sin dudas un ángel, a diferencia de Corrie aquí, que se comporta como una bulliciosa… imagina, la vi deslizarse por el pasamanos para caer en brazos del pobre James. Ambos cayeron al piso, jugando y riendo, ciertamente no es algo que deba suceder en el vestíbulo de la finca de un noble. Pero la verdad es que Hallie y Corrie son las afortunadas.

Hallie dijo:

– Gracias, abuela. Tengo ingenio. Eso me gusta. Y como soy nueva, ¿no cree que soy digna de Jason, señora?

Lady Lydia miró a Hallie, desde su encantador cabello trenzado en la cima de su cabeza, hasta la adorable nariz fina y su vestido de noche escotado que enmarcaba senos que lady Lydia no podía recordar haber tenido jamás tan alto en su pecho.

– Sí -dijo, -eres digna. Por el momento. Mi cumpleaños es el próximo mes.

Corrie dijo:

– Le di una encantadora mesa de marquetería en su último cumpleaños, pero nunca dijo una palabra sobre que yo fuera digna de James.

– Todavía estoy pensándolo -dijo lady Lydia.

Corrie quería decirle que no lo pensara demasiado o finalmente podría morir.

En cambio, dijo:

– A propósito, Hallie, ¿tú y Jason vieron algo interesante en la Isla de Wight durante esas dos extensas semanas que estuvieron allí?

Hubo silencio a lo largo de la mesa, luego quizás una risita de una de las mujeres. ¿Era lady Lydia?

James dijo:

– Mira quién habla, Corrie. Pasamos casi un mes en Edimburgo y todavía ni siquiera recuerdas el castillo. Hiciste ruiditos confusos cuando los gemelos te preguntaron por él.

– Eso -dijo Corrie, -fue diferente. Llovió todo el tiempo. No pudimos salir mucho. ¿No lo recuerdas? Me torcí el tobillo…

Jason preguntó:

– ¿Cómo fue que te torciste el tobillo, Corrie?

James dijo rápidamente:

– Ninguno de nosotros lo recuerda. No es importante. Le dije que no se arrojara… bien, no importa.

– Escucha, James, sí recuerdo el castillo. Recuerdo muy claramente cómo me cargaste dentro de ese túnel que conducía a los calabozos… -Los ojos de James se dilataron. -Oh, válgame, James, deja que me abanique.

James movió su servilleta contra el rostro de ella.

– Bueno, el túnel era agradable y privado, ni un alma cerca.

– Oh, sí -dijo Corrie y le ofreció una sonrisa para hacerle fruncir los dedos de los pies. Se volvió hacia su cuñada. -Aún no has respondido a mi pregunta. ¿Vieron algo de interés durante sus muy largos catorce días en la Isla de Wight?

Hallie jamás levantó la mirada de las lindas lanzas de espárragos en medio de su plato.

– Bueno, ahora que verdaderamente lo pienso, Corrie, debo decir que no. Jason, ¿puedes recordar que hayamos visto algo interesante durante, digamos, más de ocho minutos?

– ¿Más de ocho minutos? No, no lo creo. En su mayor parte, admiramos la arquitectura de Dunsmore House.

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