CAPÍTULO 35

La carrera Beckshire – Una semana más tarde.


Dodger ganará; Dodger ganará; sí, Dodger ganará. Era su letanía, pensó Jason, mientras miraba la pista de la carrera Beckshire.

La prestigiosa carrera Beckshire, de un kilómetro, cuatro vueltas alrededor de la pista forma apenas ovalada, abierta a la primera docena de dueños que pagaran la cuota de inscripción de cincuenta libras y que entregara discretamente un soborno considerable, se corría el 17 de agosto bajo un cielo nublado, en un día frío que requería que las damas usaran ligeros chales.

El máximo de doce caballos había entrado hoy en la carrera, nada sorprendente, ya que los miembros del Jockey Club no sólo ofrecían un próspero premio de quinientas libras, sino también la oportunidad de que los dueños compitieran nuevamente contra muchos de las grandes caballerizas que habían presentado sus caballos premiados en las carreras Ascot en junio y los ganadores de Hallum Heath a fines de julio. Desafortunadamente, Dodger no había corrido en Hallum Heath porque su dueño había estado de luna de miel.

No se habían molestado en ensanchar el ancho del tramo, para que pudiera ser una carrera peligrosa. Pero no importaba. Todos los que eran alguien luchaban por obtener una entrada a esta carrera. Dodger corría allí no sólo por el soborno, sino porque Jason era muy buen amigo del hijo de uno de los miembros del Jockey Club.

Lorry Dale, jockey principal de la Caballeriza Lyon’s gate -en realidad el único jockey de la Caballeriza Lyon’s gate- vestía orgullosamente una brillante y nueva librea dorada y blanca, cosida por Angela, sus botas negras lustradas por la mismísima señora Sherbrooke usando su propia receta especial. Estaba parado, hablando en voz baja a Dodger, que pisoteaba y revoleaba la cabeza, sin dudas de acuerdo con lo que Lorry decía, evidentemente preparado para correr con todo su corazón. Dodger, decía Jason, estaba en su mejor momento cuando estaba corriendo o apareándose. O uno seguido del otro. Una combinación poco común, admitía Jason, pero bueno, Dodger no era un caballo común. Jason asintió hacia Charles Grandison, que corría su castrado zaino árabe, Ganymede, y luego frunció el ceño a Elgin Sloane, que se encontraba a su lado, con una joven dama tomada del brazo, el padre de la joven parado a su lado, obviamente satisfecho con Elgin.

– ¿Su heredera? -dijo Hallie tras la mano a Jason.

– Así parece. Su padre, el señor Blaystock, es dueño de una gran caballeriza cerca de Maidenstone. ¿Ves a ese bruto caballo intentando matar a su jinete? Es adecuado que su nombre sea Brutus. Brutus pertenece al señor Blaystock. Parece que tu padre tenía razón. Dijo que Elgin era un hombre que aprendía de sus errores, dijo que probablemente serías su primera y última grande. Es verdad que su ida a Lyon’s gate para intentar recuperar tu afecto fue sin dudas un error de cálculo, pero no le costó nada más que su tiempo.

– Me pregunto si la pobre muchacha sabe que su primera esposa murió ni un año después de que se casó con ella -dijo Hallie. -No crees que haya matado a su primera esposa, ¿verdad, Jason?

– No, no lo creo.

– Ese Brutus sí que se ve fiero. Es la forma y el tamaño de su cabeza, el modo en que sus ojos se ponen en blanco. No querría estar cerca de él.

– Sería un problema. Aunque es una belleza, ¿verdad? Esa estrella blanca es perfectamente formada. Elgin está observando al semental con una buena cantidad de posesividad, si no adivino mal.

Hallie dijo algo grosero en voz baja, luego señaló a lord y lady Grimsby, que acababan de moverse para ir junto a lord Renfrew.

– Todos parecen estar aquí juntos.

Charles Grandison saludó a Jason, pero no hizo ningún movimiento para acercarse. Lord Renfrew los miró y se rió demasiado alto. En cuanto a lord y lady Grimsby, sonrieron a Jason y Hallie porque vivían en el vecindario, se mezclaban socialmente, y el padre de Jason era el conde de Northcliffe.

Incluida en las ciento y algo de personas en la carrera Beckshire había una docena de Sherbrooke, todos allí para gritar como locos por Dodger.

– Debemos tener mucho cuidado con Dodger -había dicho Jason a Henry.

– Como usted, amo Jason -dijo Henry, -he anunciado que cualquier intento de dañar a Dodger o a nuestro jinete llevará a consecuencias desagradables.

– Como mínimo.

Henry sonrió.

– Oí que usted fue más específico que eso cuando anunció la advertencia, amo Jason.

– Sí, un poquito más. Veremos si alguien es lo suficientemente tonto como para probarme. Mantén los ojos afilados, Henry.

Jason miró la docena de caballos que se acercaban a la línea de partida, la mayoría de ellos corcoveando y encabritándose.

Ganymede de Charles Grandison pateó con su casco frontal derecho una y otra vez. Ganymede era favorito para ganar la carrera, lo cual complacía tanto a Hallie como a Jason, mientras esperaban para hacer una buena cantidad de dinero con una victoria, con las probabilidades cuatro a uno que los corredores de apuestas habían establecido. Y todo porque Dodger era desconocido. Se había hecho de un nombre en Baltimore, no aquí en Inglaterra.

Ganymede, dos caballos más allá de Dodger, continuaba con sus patadas. Jason vio las orejas de Dodger moverse adelante y atrás. No parecía ponerlo incómodo, a diferencia del enorme castrado entre Dodger y Ganymede, que ponía los ojos en blanco, su jinete intentando calmarlo y fracasando. Eso era todo, pensó Jason, el pisoteo era para intimidar.

Lamplighter, el enorme zaino pura sangre de lord Grimsby, estaba bufando tan fuerte que el caballo a su lado intentaba retroceder.

Al fin, el momento de la verdad. Lorry envió a Hallie y Jason un saludo con su fusta, se abrazó al cogote de Dodger, lo mantuvo firme y calmo, acariciándole el cuello, hablándole en voz baja, hasta que el señor Wesley gritó: “¡Ve!”

Entonces se estiró, pateó suavemente a Dodger en las costillas, tocó su fusta contra las orejas del caballo. La docena de caballos pateó, corcoveó y empujó hacia delante. Las fustas cayeron, los animales chocaron unos contra otros, intentando adueñarse del espacio, los jinetes empujaban y pateaban a los otros jinetes. El suelo estaba seco y el polvo volaba denso en el aire. Lorry, preparado, colocó un pañuelo sobre su nariz.

Dodger, como era su costumbre, mantuvo la cabeza gacha, toda su atención puesta en cubrir esa pista. Lorry, preparado por Jason durante horas, continuó aferrándose bajo sobre el cuello de Dodger, “comiendo su sudor”, e ignoró a los demás caballos.

– Mantén su cabeza gacha, Lorry -dijo Jason una y otra vez. -Sí, eso es.

Apretaba con fuerza la mano de Hallie. De pronto Jason vio un destello de plata con el rabillo del ojo, a menos de seis metros, a su izquierda, desde el grupo de robles junto a la pista. Lo había visto antes en el hipódromo Hinckley fuera de Baltimore… era la plata del cañón de un arma destellando con el sol cuando el hombre la levantó para disparar. Jason gritó a Henry, pero él no lo escuchó, con los ojos puestos en Dodger. Jason tomó una roca de buen tamaño, rezó y la arrojó. No oyó nada por encima de la ruidosa multitud, de hecho, ninguna de las personas paradas cerca suyo siquiera notó lo que había hecho, pero el cañón del arma de pronto desapareció.

– Ese fue un tiro excelente -dijo Hallie, tomando su brazo con fuerza. -Me pregunto a qué jockey iba a disparar el cobarde.

Horace, uno de los mozos de cuadra, de sesenta años, vetusto, arrugado y ágil como una cabra montesa, gritó:

– ¡Le dio! ¡Me ocuparé del sinvergüenza, amo Jason!

– Dodger está acercándose a Lamplighter -gritó Hallie. -Va a alcanzarlo, lo sé. Lamplighter es rápido, malditos sean sus ojos. ¡Corre, Dodger, corre!

Lamplighter, el gran zaino pura sangre musculoso del establo de lord Grimsby, había tomado la delantera desde el principio.

Hallie tomó la mano de Jason, gritando: “Dodger, vamos, Dodger,” una y otra vez.

– Es la cuarta vuelta. Dodger tomará su oportunidad en cualquier instante -dijo Jason, y contuvo la respiración.

El campo estaba cerca, los caballos casi uno encima del otro porque la pista era tan estrecha en este punto. Nada más que gritos, más y más fuertes, pero Jason no los oía. Estaba concentrado en Dodger y en Lorry Dale montando tan bajo sobre su cogote que casi parecían uno solo. Era hora. Adelántate, Dodger, adelántate ahora. Fue como si Lorry partiera un resorte. Dodger saltó hacia adelante -exactamente como un gato de carrera, diría Tysen Sherbrooke a todos más tarde, -y en el espacio de tres segundos no había más que siete centímetros entre él y Lamplighter. Estaba ganando, ganando, casi estaba. Pronto Dodger y Lamplighter estaban cabeza a cabeza.

Ganymede de Charles Grandison estaba remontando al costado izquierdo de Dodger. A menos que Dodger pudiera superar a Lamplighter, estaría atrapado entre los dos caballos, una treta favorita.

– Tienes que avanzar, Dodger. Corre.

– Está cabeza a cabeza con Lamplighter -dijo Jason, -Dodger tiene que adelantarlo.

Pero Dodger no había pasado a Lamplighter cuando el jinete de Ganymede logró ponerse a la par de Dodger y comenzó a presionar hacia adentro. Jason creyó que nunca volvería a respirar. De pronto Brutus, del señor Blaystock, estuvo directamente detrás de Dodger, con el sudor burbujeando de su cogote. Se veía malo, fiero y tan fuerte como el Diablo. Lord Renfrew y la jovencita gritaban como locos, el padre también, viéndose casi apopléjico. Charles Grandison se mantenía quieto, con las manos cerradas a los costados, sus ojos sobre Ganymede. Sus labios se movían.

Jason oyó gritar claramente al padre de la muchacha:

– ¡Muérdelo, Brutus, muérdelo ahora!

Elgin gritó:

– ¡No, usa tu fusta! ¡La fusta!

¿Morder? ¿Qué era esto? El caballo no podía pasar el apretón de tres, todos tan juntos, manteniendo al resto del grupo detrás de ellos, hasta que uno tomara la delantera o el caballo del medio se saliera con dificultad. El jinete de Brutus se inclinó hacia delante, y azotó con su fusta los flancos de los tres caballos. Casi perdió el equilibrio cuando golpeó a Lamplighter, pero se aferró y siguió azotando.

Lorry Dale, a diferencia de los otros dos jockeys, no miró atrás, mantuvo la cabeza gacha, siguió hablando a Dodger. Al instante siguiente, Lamplighter movió a su derecha para escapar de la fusta del jinete. Le dio a Dodger un precioso segundo y él pasó rápidamente delante de Lamplighter y Ganymede, medio cuerpo ahora. Brutus apareció entre Lamplighter y Ganymede, corriendo fuerte, más fuerte, adelantándose a ellos, con sólo Dodger en su camino ahora.

– ¡MUÉRDELO, BRUTUS!

Brutus estiró su cuello y mordió a Dodger en el flanco.

Las orejas de Dodger se achataron, su cola azotó la cara de Brutus, agachó la cabeza y corrió duro.

El jinete de Ganymede pateó al jockey de Lamplighter, su bota conectando con la pierna. Si un jinete no practicaba esto, saldría volando del lomo de su caballo con una buena patada dura, pero el jinete de lord Grimsby se aferró fuerte. Entonces el jockey de Ganymede levantó su fusta y la descendió con fuerza en las ancas de Brutus. Brutus, enfurecido, ignoró a su jinete, pateó con las patas traseras, deteniéndolo, pero erró a Ganymede, que ahora estaba a su lado, avanzando.

Dodger, corre, corre, corre.

Una vez más, Lamplighter y Ganymede aparecieron a cada lado de Dodger e intentaron volver a presionarlo hacia adentro, abalanzándose sobre él. El jinete de Lamplighter arremetió con su fusta a Lorry y luego a Dodger. Dodger gritó y se encabritó, y Jason vio a Ganymede adelantarse. Lorry parecía nervioso. Jason sabía que el golpe de la fusta debía doler. Había enseñado a Lorry qué hacer y se quedó allí, sin poder hacer nada, rogando que Lorry recordara, que actuara antes que Ganymede. Lorry Dale se paró recto en la silla de montar, pateó con la pierna izquierda y conectó con el jockey de Ganymede. El hombre salió volando. Ganymede giró frente a dos caballos y los tres se enmarañaron ante los gritos de sus jinetes al otro lado del hipódromo.

Lamplighter de lord Grimsby estaba pisando nuevamente los talones de Dodger, pero la línea de llegada estaba cerca ahora. Casi ahí, casi.

Hubo un sonido de estallido.

Era un disparo de arma, pensó Jason inexpresivamente, y vio incrédulo cómo Lorry se agarraba el brazo derecho. Pero no cayó. Se apretó más cerca del cuello de Dodger. Para sorpresa de Jason, muy pocos de los espectadores parecieron saber que uno de los jinetes había sido disparado.

Las manos de Jason estaban cerradas a sus costados mientras veía a Dodger correr cabeza a cabeza con Lamplighter. El tiempo se hizo más lento, pareció detenerse del todo. Entonces Jason sonrió cuando Dodger estiró su poderoso cuello y salió disparado hacia adelante. Pasó volando sobre la línea de llegada medio cuerpo entero frente a Lamplighter. Brutus llegó tercero, para lo cual no había absolutamente ningún premio.

Oyó una fuerte maldición de lord Grimsby, un grito de furia del señor Blaystock, y absolutamente nada de Charles Grandison. ¿Eran sollozos lo que oía de Lord Renfrew?

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