Ambos hermanos se encontraban parados lado a lado en el precipicio que daba al valle Poe.
El silencio entre ellos era incómodo. Finalmente, James dijo:
– Pasamos tantas horas aquí cuando éramos niños. ¿Recuerdas la ocasión en que arrojaste mi libro de Huygens por el precipicio, de tan enojado que estabas conmigo?
– Recuerdo haber arrojado el libro por ahí, riendo cuando el viento lo atrapó y lo envió aún más lejos, pero no recuerdo porqué estaba enojado.
James se rió.
– Yo tampoco.
– Sí los recuerdo a ti y a Corrie recostados de espaldas en esta colina en las noches claras, mirando las estrellas.
– Todavía lo hacemos. Los niños me han oído hablar sobre la Sociedad Astrológica, me han escuchado quejar por cómo mi telescopio no magnifica lo suficiente. Desafortunadamente, ahora están exigiendo venir conmigo y su madre. ¿Puedes imaginarlo? ¿Dos niños de tres años quedándose quietos durante más de treinta segundos?
Jason dijo, sonriendo:
– No, no pasará. Alice Wyndham, la hija de cuatro años de James y Jessie, se quedaba mirando las estrellas mientras se chupaba el pulgar, ruidosamente, y exigía que le dieran una tartaleta de manzana al siguiente suspiro. Pero no pasará mucho tiempo antes de que ustedes cuatro estén estirados como troncos en la chimenea mirando los cielos.
Se quedaron callados. Entonces James no pudo soportarlo más. Agarró a su hermano, lo abrazó con fuerza.
– Por Dios, te he extrañado. Es como si una parte de mí mismo simplemente hubiera desaparecido. No podía soportarlo, Jason.
Jason se quedó quieto, totalmente rígido… por aproximadamente tres segundos. Entonces vio el absoluto alivio de James de que él, que casi le había costado la vida, estuviera de regreso. Su generosidad dejó atónito a Jason. No pudo evitarlo; se apartó. Se sentía cohibido, torpe y tan arrepentido que deseó por milésima vez que lo que había sucedido pudiera ser deshecho, pero claro que no podía. Nada podía ser cambiado jamás una vez que sucedía.
Dijo, con voz densa:
– Perdóname, James, aún es difícil para mí. Estoy tan arrepentido por lo que sucedió. Tu modo de aceptarme ahora es tan tú.
– ¿No lo entiendes? Yo nunca no te acepté. Nunca te culpé, ni nadie más.
Jason descartó eso.
– La verdad es la verdad. Sabías que no podía quedarme aquí, no después de lo que hice.
James aceptó el rechazo aunque le dolía hasta el alma.
– Sabía cómo te sentías y sí lo entendía, pero igualmente no podía soportarlo. Tampoco madre ni padre. Ha sido difícil sin ti, Jase. -Se detuvo un momento, se recompuso y miró hacia el verde valle Poe. -¿Te quedarás en casa ahora?
– Sí. Buscaré mi propia propiedad. Quiero poseer y manejar mi propia caballeriza.
James sintió una oleada de orgullo. Quería contarle a Jason que James Wyndham había escrito que él era mágico con los caballos, que pronto sería uno de los principales criadores en Inglaterra.
Preguntó, haciendo su mejor intento por sonar despreocupado:
– ¿Dónde estás interesado en comprar?
– Bien, cerca de aquí, por supuesto.
James casi gritó de alegría. Se permitió respirar otra vez. Ofreció a su hermano una sonrisa gorda.
– No creerás esto, Jase, pero el viejo señor Hoverton… ¿recuerdas que lo llamábamos el Viejo Calamar, porque siempre tenía una mano para atraparte sin importar cuántas pequeñas alimañas ladronas hubiese en su huerto de manzanas? Bueno, él murió. Recuerdas a su hijo, Thomas, ¿verdad? ¿Qué él y su padre estaban discutiendo constantemente por el dinero que el señor gastaba?
– Sí, lo recuerdo. También recuerdo querer arrojar a Thomas en una zanja. Qué tonto era.
– Sigue siendo un tonto. Ha querido vender desde el instante en que terminó el funeral de su padre. No ha habido compradores porque Thomas está pidiendo demasiado, probablemente porque debe una inmensa cantidad a sus acreedores. He oído que apuesta en cada casa de juegos en Londres.
Jason asintió.
– Afortunadamente, el señor Hoverton gastó mucho dinero para modernizar los establos, los corrales y los compartimientos.
James dijo:
– La casa probablemente está llena de moho en sus cimientos pero, ¿a quién le importa?
– Bueno, a una esposa podría importarle, pero como no estás casado, no importa. En lo que estás interesado es en la condición de los establos y los compartimientos, la salud de la tierra en sí, y los bosques de haya y pino. No estoy seguro del número de hectáreas, pero se me ocurre que son cuatrocientas. Preguntaremos.
Jason no podía contener su entusiasmo.
– Qué buena suerte, sí. Bendito el buen Señor por permitir que semejantes sinvergüenzas como Thomas aparezcan ocasionalmente. Vamos ahora, James, vayamos a verlo.
Treinta minutos más tarde, los gemelos llevaron a Bad Boy y Dodger por el sendero que conducía a Lyon’s gate, alguna vez una de las principales caballerizas en el sur de Inglaterra.
Jason dijo:
– Recuerdo que Thomas era un matón, y eso siempre ha sido un disfraz para la debilidad.
– Concuerdo. Thomas debe estar desesperadamente necesitado de dinero a esta altura. Apuesto a que podrás comprar la propiedad a un excelente precio. El abogado de padre puede ocuparse de eso por ti si decides que lo quieres.
– ¿El astuto William Bibber?
– Sí, el viejo astuto Willy sigue haciendo su magia. Padre dice que es como Hollis, probablemente llevará muerto seis meses antes de dejar de trabajar. Ahora, Thomas inmediatamente vendió todos los caballos. No me sorprendería que haya vendido todos los muebles de la casa, y todos los aperos también. Sus acreedores probablemente lo hicieron vender la platería. Pero mira los establos, Jason, se ven sólidos aun desde aquí… un poco de pintura, algunos caballos, equipo nuevo, unos excelentes mozos de cuadra, buen cuidado y administración, y…
James se calló. No quería exagerar. Su sangre estaba corriendo por sus venas. Rezaba con fuerzas.
Jason dijo, mirando alrededor:
– No se ve nada mal, ¿verdad? Tomando en cuenta que ha estado aquí abandonado durante, ¿cuánto? ¿Más de un año, dijiste?
– Casi dos años ya.
– Thomas es efectivamente perezoso y estoy agradecido por eso -dijo Jason con una voz tan llena de emoción que James quería cantar.
Jason detuvo a Dodger frente a la sencilla casa Georgiana de ladrillos rojos, con hiedra colgando en grupos, arbustos muertos rodeándola, el vidrio de las ventanas rotas desparramado sobre el suelo estéril.
– Puedo ver a madre frotándose las manos, imaginando cómo se verá todo cuando haya terminado, dando órdenes a una docena de jardineros, todos ellos tambaleándose por ahí con cubos de plantas.
– Piensa en las flores -dijo James. -Pondrá más color cayendo en cascadas de los parterres de lo que puedas imaginar.
Jason frotó sus propias manos.
– Espero que haya un criado aquí para mostrarnos todo.
– Probablemente no. Apuesto a que la puerta del frente ni siquiera está cerrada. Nosotros mismos nos mostraremos todo.
La casa estaba sin dudas llena de moho en los cimientos. Jason dudaba que hubiera sido tocada luego de que la esposa del señor Hoverton hubiese muerto intentando dar a luz a su sexto hijo en algún momento cerca de la primera parte del siglo. Era una pena que sólo Thomas hubiese sobrevivido. La casa estaba llena de sombras y olía a humedad. Cortinas hechas jirones colgaban torcidas sobre largas ventanas sucias o rotas.
– Los pisos se ven sólidos -dijo James.
– Veamos qué tan mal está arriba -dijo Jason. -Después podemos visitar los establos.
Estaba mal, más penumbras frías y húmedas, y suciedad.
– Montones de pintura blanca deberían solucionar las cosas, Jason, ¿no lo crees?
– Oh, aye, al menos media docena de botes de pintura blanca. Salgamos de aquí, James, es deprimente.
James le zarandeó el hombro.
– El precio acaba de bajar bastante.
Había cuatro corrales diferentes, cada uno vallado con sólidas tablas de roble, algunos necesitaban reparación, todos necesitaban pintura. Pero el tamaño de los corrales era perfecto y el corral de contención daba directamente al enorme establo principal. Había un total de tres establos, todos necesitaban desesperadamente pintura también, pero hasta dos años atrás habían sido excelentes, y Jason podía ver que eran todos bastante modernos. La sala de aperos vacía era agradablemente proporcionada, con un área de buen tamaño reservada para que un jefe de mozos de cuadra trabajara cerca de los caballos. Había media docena de pequeñas habitaciones para los mozos de cuadra.
– Me recuerda al establo principal de James Wyndham -dijo Jason.
Había veinte compartimientos, diez a cada lado, en el gran establo principal lleno de luz, con un amplio pasillo en medio. Bellamente construido. Heno mohoso y partes de equipo estaban desparramados en el suelo. Jason se quedó allí parado, justo en el medio, aspirando grandes bocanadas de aire.
– Si cierro los ojos puedo ver las cabezas de los caballos inclinados sobre las puertas de los compartimientos, oírlos relinchando cuando saben que está llegando la avena. Montones de casillas de cría y alumbramiento. Es perfecto.
Jason saltó y golpeó los talones.
En ese momento, tanto Bad Boy como Dodger soltaron fuertes relinchos.
– ¿Qué es esto? -dijo James, y fue a zancadas hacia la entrada de puertas dobles del establo.
Un semental grande, castaño y huesudo estaba piafando, mirando a Bad Boy y Dodger, con la cabeza echada atrás, las fosas nasales acampanadas, listo para enfrentarse a ambos.
La voz de una muchacha exclamó:
– ¿Quiénes son ustedes y qué diablos están haciendo aquí?