CAPÍTULO 39

Corrie frotaba el calambre en su pierna. Nunca debería haber permitido que James la acomodara en semejante posición, ah, pero había sido tan divertido. Frotó un poco más. Juraría que nunca en su vida había utilizado ese músculo en particular. Tal vez debería frotar con un poco de la crema caliente especial de su suegra, que se filtraba hasta los huesos.

Oyó algo. Se quedó helada, el calambre olvidado, instantáneamente tan quieta como James, que yacía de espaldas, respirando profundamente dormido, casi muerto, le había dicho antes de caer sobre su espalda, con una sonrisa de ángel en el rostro.

Volvió a oírlo. Un ruido que venía de la ventana. Cielo santo, era la segunda vez. Cuando Corrie se arrastró hacia la ventana, con el atizador en una mano, vio que comenzaba a levantarse lentamente.

Vio a su cuñado abrir la ventana fácilmente, lo suficiente para poder balancear la pierna por encima del alféizar y entrar.

– Esperaba un villano esta vez -dijo ella, y le ofreció una mano. -Estaba armada y lista.

– Gracias por bajar el atizador, Corrie. Lamento entrar por tu ventana nuevamente, sé que es tarde.

– No tan tarde. Agoté al pobre James. Ese es él, el ronquido que proviene de la cama.

Sonaba bastante orgullosa de sí misma. Jason le tocó la mejilla con la punta de los dedos.

– Despertaré al holgazán. No merece dormir. -Jason sacudió el hombro de su hermano. -Despierta, patética excusa de hombre.

James, como era su costumbre, abrió los ojos sin dudar, y se concentró instantánea y claramente en el rostro enojado de su hermano encima de él.

– Me siento muy bien -dijo, y sonrió.

– No lo mereces, maldito seas. Levántate, mi mundo ha terminado y tú estás aquí acostado, pensando en lo maravillosa que es la vida. Maldición, no lo mereces.

James, todavía ligero en la cabeza y el corazón, dijo:

– ¿Todo eso?

– ¿Qué pasa, Jason? ¿Qué sucedió?

Jason miró con una gran cantidad de afecto a su cuñada, cuya mano blanca se aferraba a su manga, su preocupación por él brillando en sus ojos, aunque en la débil luz era difícil saberlo con certeza.

– Siempre te ves tan hermosa con el cabello todo salvaje alrededor de tu rostro, Corrie.

James se levantó de golpe.

– No la admires, perro. Maldito seas, tienes una esposa propia. Apártate de ella antes de que te aplaste.

– ¿Qué sucede, Jason?

– He abandonado Lyon’s gate -dijo Jason, y se apartó de su cuñada porque sabía cuándo su hermano hablaba en serio.

Se deslizó hacia el piso, apoyó la cabeza contra la pared, cerró los ojos y envolvió sus brazos alrededor de sus mejillas dobladas.

James se puso la bata, miró de reojo el revelador camisón de su esposa y dijo:

– Vuelve a la cama, Corrie. No quiero que Jason tenga ninguna idea.

– ¿Idea? ¿Cómo podría posiblemente pensar en mí con este encantador camisón durazno cuando ha abandonado su hogar? -Corrie encendió algunas velas y luego se metió en la cama, respiró hondo. -¿Has abandonado a Hallie?

Sin levantar la mirada, Jason dijo:

– El camisón es encantador, Corrie, pero no estoy pensando en ti debajo. Mi vida está hecha pedazos. Quería ir a dormir a los establos, pero en cambio vine aquí. No sé qué hacer.

James palmeó la mejilla de su esposa, colocó más mantas encima de ella y ayudó a poner de pie a su gemelo.

– Vayamos abajo y tomemos un brandy. Puedes contarme qué ha pasado.

– ¿Sabes si el brandy caliente es bueno, James?

Cuando los hermanos entraron en el estudio de James, fue para ver a su padre sirviendo una copa de brandy para cada uno. Llevaba una bata azul oscura cuyos codos estaban casi totalmente gastados.

– Entonces -dijo Douglas, intentando sonar tranquilo cuando, en realidad, su corazón estaba acelerado y se sentía aterrado, -¿por qué, Jason, abandonaste tu hogar en medio de la noche, y a tu esposa de menos de un mes?

James dijo:

– En realidad, no es tan tarde, ni siquiera medianoche aún.

– No hagas que te dispare, James -dijo su padre.

Jason tragó el brandy y casi se puso a toser. Cuando finalmente recuperó el aire, su padre le sirvió más.

– Despacio esta vez. Contrólate. Cuéntanos qué sucedió.

– No creo que el brandy necesite ser calentado. Mi estómago está en llamas. Es Hallie. -Tanto Douglas como James permanecieron en silencio. Jason bebió a sorbos su brandy. -Lamento mucho haber aparecido de este modo, pero no sabía adónde más ir. Bueno, como dije, iba a dormir en el establo, pero temía que Petrie viniera conmigo.

Douglas dijo:

– ¿Qué hizo Hallie? -Jason bebió el brandy. -¿Qué hizo?

– Se rió de mí.

– No entiendo -dijo James lentamente. -¿Por qué se rió de ti?

– Quería que le contara lo que sucedió cinco años atrás, y eso hice. ¡Lo minimizó! Maldición, nosotros tres seguimos viviendo con ese horroroso momento.

James dijo:

– Qué descaro. Y yo que estaba comenzando a encariñarme con ella. Pensé que era agradable, llena de bondad.

– Lo es, generalmente.

– No, evidentemente es cruel -dijo James, y sacudió la cabeza. -Dura, eso es lo que es, e insensible.

Douglas asintió.

– Así es. Confío en que le hayas puesto los puntos, Jason. Estoy muy decepcionado de ella. Creo que iré a Lyon’s gate ahora mismo y le haré saber lo que pienso.

– Iré contigo, papá -dijo James. -Me gustaría sacudirla, decirle que no comprende lo que realmente sucedió, cómo golpeó hasta el alma a Jason, lo profundamente que lo sientes, y tu parte en todo eso.

– Tuvo el descaro de decir que cualquier parte que yo hubiera tenido debería haberse agotado ya.

– Qué criatura fría -dijo Douglas. -Lamento mucho que hayas tenido que casarte con ella, Jason. Me he preguntado si tal vez ella se aprovechó de ti porque sabía que su padre estaba allí, quizás incluso sabía que su padre iba camino al establo.

Jason bebió más brandy.

– No, no sabía que su padre se encontraba allí. Simplemente no pudo contenerse.

– Bueno, no importa. Sí, iré ahora mismo y le aclararé las cosas. No permitiré que te lastime cuando ya estás tan herido.

– Le conté que fui un tonto, cómo Judith me atrajo tan sin esfuerzo, que ella había ganado. ¿Saben qué dijo Hallie? Dijo que Judith no ganó, ¿cómo podía si estaba muerta?

James dijo, bebiendo su brandy:

– Nunca lo miré exactamente bajo esa luz. La realidad es, Jase, que ella te engañó, nos engañó a todos si vamos al caso, y seguramente eso nos convierte a todos en idiotas… pero por supuesto que entiendo porqué te sientes más tonto, más como un fracasado y un perdedor, que el resto de nosotros. Quiero ir contigo, padre. Hallie necesita ser azotada.

– ¿Más brandy, Jason?

Jason frunció el ceño mientras adelantaba la copa hacia su padre.

– Ella no me dijo fracasado ni perdedor. Intenté explicárselo, pero conocen a Hallie, es capaz de entrar y salir serpenteando de una conversación. Estaba hablando de que el espíritu de Judith está rondando, sobre cómo su espíritu debe estar tan encantado de seguir controlando mi vida. ¡Eso no es cierto, maldición!

– Por supuesto que no -dijo Douglas. -Imagina, una mujer muerta durante cinco años todavía controlando los pensamientos y acciones de alguien. Es absurdo.

– Bueno, sí, lo es. Es sólo que yo… Oh, diablos, padre, podrías haber muerto. ¿Me oyes? ¡Podrías haber muerto! ¿Cómo puedo perdonar alguna vez mi rol en eso?

– Pero no lo hice, Jason, fuiste tú quien pudo haber muerto.

– Bueno, tampoco lo hice, pero eso no tiene nada que ver. ¿Sabías que preguntó si alguna vez me habías mentido?

– No creo haberlo hecho -dijo Douglas. -Hmm. Bueno, tal vez lo hice cuando eras pequeño y te preguntabas porqué tu madre había gritado en el cenador…

James se cortaría el cerebro antes de pensar en eso. Asintió.

– Sí, yo también mentiría a Douglas y Everett.

– El punto es que jamás me has mentido en nada importante, y eso le dije. Entonces ella tuvo el descaro de decirme que yo creía que me habías mentido… mi propio padre.

– ¿Por qué?

– Dijo que era evidente que no te había creído cuando me dijiste que no era mi culpa, y por lo tanto creía que me habías mentido.

– Hmm -dijo Douglas. -La realidad es, Jason, que ella tiene razón. No me creíste. Detesto decirlo, pero Hallie sí acertó en eso.

– No es que no te creyera, papá, es sólo que podrías haber muerto tan fácilmente, y tú también, James, y fue todo mi culpa, de nadie más. Me sorprendió de tan claro que era. ¿Cómo podría negar algo tan evidente? Me quieres, maldito seas, y por eso es que… bueno, muy bien, no acepté tus palabras, no podía porque sabía que las decías porque me amabas.

Douglas dijo:

– Aunque me gustaría influenciar a Hallie, déjame ser sincero. El hecho es, Jason, que tú mismo lo admitiste… no me creíste. Tal vez simplemente no podías, pero me heriste, Jason, profundamente, lo admito.

– Sin embargo -dijo James, -ella no debería haber dicho algo tan cruel sobre un hijo incrédulo de su padre, un padre que admite que nunca le mintió. Espero que le pongas los puntos, Jase.

– Sí, desde luego. ¿Sobre qué exactamente?

Douglas dijo:

– Está bien. No te fastidies más por eso. La verdad es que he vivido cada día de los últimos cinco años preocupándome por ti. Aún puedo sentir la humedad de tu sangre contra la palma de mi mano. Había tanta sangre, Jason, y eras tú quien estaba sangrando… mi hijo, que era un maldito héroe. Recuerdo exactamente cómo me sentía, como todos nos sentíamos, cuando estabas tan enfermo, cuando escuchábamos cada respiración tuya, rogando que no fuera la última. Ese tipo de miedo es corrosivo, te quema las entrañas y el corazón. -Douglas se detuvo un momento, y luego dijo con calma: -No fuiste el único que sufrió, Jason. Corrie mató a dos personas. Es una tremenda carga que debe llevar el resto de su vida, aunque nunca se arrepentiría de lo que hizo. Aún tiene pesadillas esporádicas. Nosotros, todos nosotros, vivimos con el pasado, Jason, tú más que nadie. Tal vez es hora de que todos releguemos esa espantosa época al éter. Es hora de que todos lo dejemos ir.

– No puedo -dijo Jason, e hizo una pausa. -Hallie dijo una vez que lo único bueno que veía en recordar un evento doloroso era que podría evitar que volvieras a cometer la misma estupidez. Pero es mucho más que eso. Maldición… ¿pesadillas? Lo siento mucho. Pobre Corrie, además de ser tonto soy egoísta. No tomé en consideración a nadie más que a mí mismo. Oh, diablos.

James dijo:

– Agradezco a Dios por el paso del tiempo. Desdibuja las cosas, y comienzas a darte cuenta de lo afortunados que somos todos, lo muy bendecidos que somos. Todos sobrevivimos. Estamos aquí bebiendo brandy ahora, ¿verdad?

– Pero era mi culpa, yo…

Douglas dijo:

– Mañana iré a Lyon’s gate e informaré a Hallie que no volverá a tratarte tan mal otra vez, que debe consolarte, ayudarte a soportar tu miseria de toda la vida. Que debe dejar de ser insensible.

Jason dijo:

– No es que sea insensible. Es lo que sucedió… está tan condenadamente dentro mío que nunca me libraré de eso. Lo acepto. Ella también debe aceptarlo, debe hacerlo.

– Yo le pondré los puntos -dijo Douglas. -Confía en mí, Jason.

– No, por favor, padre, no le digas nada. Debo irme ahora, los he retenido demasiado tiempo.

– Una cosa más, Jason -dijo su padre. Jason se dio vuelta lentamente. -Nunca olvides que te amo, que te he amado desde que estabas en el vientre de tu madre y yo ponía mi palma sobre su panza y los sentía a ambos intentando apartar mi mano a patadas. Cuando llegaste gritando como loco al mundo, creí que no podía haber nada más dulce en la vida. Sin embargo, a decir verdad, en este momento, Jason, me gustaría patearte al otro lado de la habitación.

Jason casi se cayó.

– No comprendo.

– ¿No? -James sacudió la cabeza a su hermano. -Dijiste que te marchaste de Lyon’s gate porque Hallie estaba burlándose de ti. ¿Quieres decir que no puede entender porqué, después de cinco años, sigues queriendo ahogarte en la culpa?

– Del modo que lo dices no suena razonable, James. Seguramente tú debes comprender que… -se quedó callado porque no podía encontrar palabras que decir.

– Sí, lo comprendemos -dijo su padre. -Creo que después de lo que sucedió cinco años atrás, quisiste desesperadamente librarnos a todos de tu dolor. Creíste que abandonar Inglaterra era la respuesta. ¿Pensaste que te olvidaríamos, quizá? ¿Que cuando hablábamos de tus triunfos en Baltimore, no te recordaríamos también yaciendo en la cama con el médico sacando esa maldita bala fuera de tu hombro, que no recordaríamos que casi moriste? Eres un bruto, Jason.

– Pero fui yo quien…

Douglas lo interrumpió:

– Siempre me ha asombrado lo ansiosamente que te diste todo el crédito por ocasionar esa tragedia en particular. No eras nada más que un joven que valoraba muchísimo el honor, que amaba a su familia, que enfrentó el mal y no lo reconoció. ¿Y por qué deberías? Nunca antes ninguno de nosotros había sido enfrentado al mal como el que esos tres ofrecían. Huiste, Jason. Desearía que no lo hubieras hecho, eso casi destruyó a tu hermano, dejándolo para ocuparse de una nueva esposa que había tenido que matar a dos personas, y enfrentar cada día a una madre y un padre que felizmente hubiesen dado sus vidas por la tuya. Y sobreviviste, Jason. Creo que has sobrevivido bastante bien. Y ahora tienes una esposa que, si no estoy errado, también daría su vida por ti. Ve a casa, Jason. Enfréntate, y a tu pasado, y piensa en tu presente y tu futuro. Ambos se ven increíblemente bien para mí. Oh, sí, recibí una carta de James Wyndham. Él y su familia estarán aquí en tres semanas y te traerán un pura sangre que tú mismo entrenaste, como regalo de bodas.

– ¿Cuál?

– Creo que James Wyndham dijo que su nombre era Eclipse, nombrado así por nuestro propio y muy famoso Eclipse.

Jason dijo distraídamente:

– Eclipse nunca perdió una carrera. Era asombroso. Stubbs lo pintó.

– Sí -dijo Douglas. -Muy bien. James Wyndham dijo que su niñita Alice lo bautizó.

– Sí -dijo Jason, -así fue. -Fue hasta su hermano y lo abrazó fuerte. Luego se detuvo un momento, mirando a su padre a una distancia de dos metros. Sintió que las lágrimas subían en su garganta-.Papá, yo…

– ¡Tío Jason!

– ¡Tío Jason!

Dos pequeñitos, con sus camisones blancos ondeando alrededor de sus tobillos, entraron de golpe en la habitación, con los brazos levantados.

Jason se quedó mirando a los dos queridos niñitos. La vida siempre seguía adelante. Cuando los levantaba y los apretaba con fuerza contra él, las lágrimas se secaron en sus ojos y en su corazón.

– ¿Qué están haciendo, diablitos, despiertos tan tarde?

Everett le dio un beso húmedo en el cuello. Douglas estaba apretándole el cuello tan fuerte que casi lo quebraba.

– Escuchamos a mamá discutiendo sola.

Jason asintió.

– Eso también despertaría mi curiosidad. Ah, madre, ¿también estás despierta?

Alex fue a arrancar a uno de los niños del hombro de Jason.

– Estoy aquí para rescatarte. No, Everett, nada de vals esta noche. Es hora de que los dos regresen a la cama.

Luego de no más de dos minutos de quejas, James llegó al punto de decir:

– Suficiente. Los dos se callarán. Den a su tío un beso de buenas noches. Volverán a verlo pronto. Iré enseguida a arroparlos.

Douglas sacudió la cabeza a su esposa.

– Creo que le decía lo mismo a él y a Jason.

– Muy probablemente. Innumerables veces. ¿Estás bien, Jason?

Jason abrazó a su madre y se apartó.

– No te preocupes por mí, mamá. Me voy. -Se detuvo un momento y entonces dijo: -Los extrañé mucho a todos cuando estuve en Baltimore, por favor, nunca duden de eso.

Mientras oía las pisadas de bota de Jason alejándose en el piso de baldosas, James dijo:

– Daré a Hallie cualquier cosa que desee.

Su padre sonrió.

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