CAPÍTULO 12

Northcliffe Hall – Fines de mayo.


– Deberíamos haber traído mantas -dijo Jason, y se frotó enérgicamente los brazos con sus manos.

Además de tener frío, estaba empezando a pensar que el suelo era un cementerio de rocas. ¿James consideraba esto cálido?

– Te has vuelto blando con los años lejos -dijo James. -Esta es la primera noche perfectamente clara que hemos tenido desde que llegaste a casa. Mira el Cinturón de Orión, Jase… parecen diamantes destellando.

Estaban recostados en la cima del precipicio sobre el valle Poe, el lugar favorito de James para mirar las estrellas.

Jason dijo:

– Has estado mostrándome el Cinturón de Orión desde que teníamos seis años. Recuerdo que usaste la palabra destellante todas y cada una de las veces.

– Y recuerdo que casi te até para que te quedaras quieto el tiempo suficiente. Al menos ahora estás bien callado, excepto por las quejas.

– Si no me muevo, quizá no me congele hasta morir.

James se rió, se sentó y se dio vuelta para mirar a su hermano, que yacía de espaldas, con la cabeza apoyada en sus brazos cruzados.

– Jase, ¿estás seguro de que realmente quieres compartir tu casa y tus establos con esta muchacha? Apenas la conoces. Podría ser una arpía.

– Lo es.

El rostro de Jason estaba calmo, y no parecía más que somnoliento.

– ¿Estás diciéndome que compartirás a sabiendas una casa con una mujer desagradable que hará tu vida miserable?

– Eso es. Piénsalo como un matrimonio arreglado. -Jason se levantó para cerrar sus brazos alrededor de sus piernas. -¿Qué otra opción tengo?

– ¿Intentaste comprar su parte?

– Oh, sí. Ella casi me degolló. -De pronto Jason se golpeó el costado de la cabeza. -Pensándolo bien, podría haber hecho que la secuestraran y que la llevaran a las Antillas. ¿Qué piensas?

– Madre quería enviarla aún más lejos. Lo haría ahora, en un instante. Recuerdo que padre salió de la habitación, diciéndole por encima del hombro que creía que había un barco en puerto destinado a Charlotte Amalie.

Jason se rió.

– Ella lo haría. Él lo haría. -Volvió a frotarse los brazos. -Pero, pensándolo bien, Hallie probablemente estaría gobernando la isla en cinco años. Maldición, James, no puedo creer que pienses que esto es cálido. ¿Mi sangre se ha diluido tanto al estar en Norteamérica?

– Así parece. Sin embargo, fuiste engendrado en una resistente estirpe inglesa, volverás a acostumbrarte. Me pregunto qué pensarán los tíos de la señorita Carrick, por no mencionar a su padre, de este arreglo, compartir una casa con un hombre que no es su esposo.

– Si hay algo que la señorita Carrick hace bien, es discutir. Es interesante que hayas mencionado al conde de Ravensworth. No creo que ella planee contar nada a sus tíos hasta que realmente hayamos dividido la casa por la mitad, su distanciada prima lejana, la señora Tewksbury, esté instalada, y los tres nos hayamos mudado. A fait accompli, por así decir.

– No cumplirá veintiuno hasta finales del año. Supongo que sus tíos podrían ordenarle que regrese a la abadía de Ravensworth.

Jason arqueó su ceja izquierda.

– Esa es posiblemente la cosa más estúpida que hayas dicho desde que llegué a casa, James. ¿Puedes, sinceramente, imaginar a alguien dando órdenes a la señorita Carrick para que haga algo que no quiere?

– Bueno, ¿dónde piensan sus tíos que está?

– Creo que está permitiendo que asuman que sigue con los padres de Melissa en Londres. No creo que ellos se hayan dado cuenta de que los padres de Melissa ya han regresado al norte. Y ahora tendremos a la señorita Carrick como invitada hasta que Lyon’s gate esté listo para nosotros. Ella llegará mañana.

James meditó sobre eso un rato y después dijo:

– Hablando de Melissa y Leo, ¿me veía tan enamorado como Leo cuando me casé con Corrie?

– No, para nada.

James gimió.

– Nunca digas eso para que Corrie pueda escucharlo. Me encerraría en un cuartito con los gemelos.

– Te veías como si quisieras arrancar ese encantador vestido de novia que llevaba y tomarla allí mismo, en el pasillo central de la iglesia.

James giró rápidamente la cabeza para enfrentar a su hermano, con una ceja bien arqueada.

– Bien, entonces. Puedes decirle eso. -Se quedó callado un momento, se arriesgó. -Qué momento, ¿verdad? -Jason no dijo nada, siguió frotándose los brazos. James sintió que su hermano se retraía, aunque no movió ni un músculo. Desistió. -Muy bien, muchachito enclenque, vamos a casa. No quiero que te quejes con madre de que intenté congelarte hasta morir.

Luego de que los gemelos se levantaron y se sacudieron el polvo, James dio una prolongada mirada final a los cielos. Jason sintió la atracción que tenía sobre en su hermano, algo que no podía comprender. Por otro lado, ofrezcan a James una caballeriza para administrar y probablemente se quedaría mirándote fijamente, perplejo.

James dijo mientras montaba a Bad Boy:

– Corrie es maravillosa, Jason. Es un ladrillo, siempre puedes contar con ella, y el buen Señor sabe que me hace reír. Se lleva de maravilla con madre, padre la adora, sólo la abuela la maltrata, pero eso no la trastorna demasiado. ¿Sabías que ella y yo estábamos recostados en el acantilado observando Andrómeda y me descubrí bendiciendo a las estrellas porque las circunstancias nos unieron por casualidad?

– Los oí gritándose esta mañana.

– Tiene la habilidad de hacerme enojar tanto que quiero encerrarla en su armario. Al instante siguiente, la tengo aplastada contra la pared, con sus piernas alrededor de mi cintura y… Bueno, los detalles no importan. Hmm. Nunca olvidaré que durante una cena de nalgas de carne agradeció a padre por educarme tan espléndidamente.

– No me digas que él sabía qué quería decir.

– Simuló que no lo sabía.

Jason golpeó sus tacones contra los musculosos ijares de Dodger.

– Tal como tú enseñarás a los gemelos.

– Eso me aturde el cerebro. Allí estaban esta tarde, solos únicamente un instante. Cuando Corrie regresó a la habitación, se habían metido tres tartas de manzana en la boca. La miraron, inocentes como ángeles, mientras el relleno goteaba por sus mentones.

– Desearía haber visto eso. Imagino que hacíamos lo mismo a su edad. ¿Tú y Corrie están pensando en más niños? -James palideció, lo que hizo que Jason estirara la mano para agarrar el brazo de su hermano. -¿Qué sucede?

James respiró profundo para calmarse.

– Corrie la pasó muy mal con los gemelos. No quiero que vuelva a embarazarse. Eso podría matarla. Me apretó la mano tan fuerte que me quebró un hueso.

– ¿Te quedaste con ella?

– Oh, sí. Dijo que como yo la había metido en ese lío, bien podía acompañarla a atravesarlo. Luego me maldijo, pero no sabía tantas palabrotas, así que tenía que repetirse. Entre las contracciones, le enseñé unas nuevas, sustanciosas. Hoy las utiliza… generalmente conmigo. Fue aterrador, Jason. No creerías la cantidad de buenas acciones que prometí si ella sobrevivía, y he cumplido cada una de ellas.

– No lo sabía. Parece tan resistente, resplandece de buena salud.

– Sí, pero los gemelos eran grandes. Fue… fue aterrador, Jason. Tan aterrador como cuando pensé que ibas a morir y no había nada que pudiera hacer más que rezar. Si no hubieses sobrevivido, probablemente me hubiera acurrucado a tu lado. Fue igual con Corrie.

Jason nunca se volvió sobre la montura para acusar recibo de las palabras de su hermano, aunque lo conmovieron profundamente. Sintió el viejo dolor rancio llenando su garganta, la amargura haciendo revolver su estómago. Le empezó a doler la cabeza, porque su cerebro no quería pensar en el pasado, simplemente no podía.

Dijo:

– Maldición, se ha levantado viento… un viento frío. No te atrevas a decir que sigues tan caliente como el revés de las rodillas de padre cuando Eleanor Tercera está metida allí por las noches.

James forzó una carcajada, pero fue difícil. Tenía que dar más tiempo a su gemelo. Al menos estaba en casa, y eso era lo más importante.

– Sólo un poco de aire frío, nada más. Eleanor Tercera ahora tiene un hermano, William Cuarto, un enorme macho negro que mantiene caliente el revés de las rodillas de madre.

– Los vi a ambos trotando dentro del dormitorio de nuestros padres, con las colas en alto, listos para las rodillas. ¿Hay algún gato de carreras cerca?

– Madre tenía esperanzas por William, pero la verdad es que lo único que le gusta hacer es comer, dormir y dejar que Eleanor lo lave, lo cual ella hace, sin fin.

– Me gustaría tener un gato de carreras. Recuerdo todos los triunfos de la prima Meggie.

James se rió.

– ¿Recuerdas a Ellis Peepers, que ahora es nuestro jardinero principal? ¿Que es todo barba áspera, larga, roja y llena, tan brillante que parece que tiene el rostro en llamas? -Cuando su hermano asintió, James continuó: -Fue instruido por los hermanos Harker en técnicas de entrenamiento y cómo seleccionar buenos dueños de gatos de carreras. Quizás te juzgue digno.

– Ellis pensará que soy el más responsable de los dueños de gatos de carreras. Pero supongo que tendrá que esperar. Ahora mismo, con mi socia llegando mañana, simplemente hay demasiado para hacer.

– Así que tú y la señorita Carrick pasarán sus días en Lyon’s gate, reparando la casa y los establos.

– Sí -dijo Jason, su voz ahora sombría. Se dio vuelta para enfrentar a su hermano mientras llevaban a los caballos al establo. -¿Puedes imaginar las peleas que tendremos? Y a diferencia de ti, no podré besarla hasta que olvide su propio nombre.

– O hasta que tenga una sonrisa tonta y olvide porqué quería cortarte el cuello.

– Esa es una buena idea. -Jason se rió y golpeó a su hermano en el brazo. -Sería mucho más fácil si fuera un hombre.


A finales de la tarde siguiente, Jason estaba agradablemente cansado luego de trabajar todo el día en Lyon’s gate. Los establos estaban casi listos para sus inquilinos. Quizás podría enumerar a la señorita Carrick la dicha de estar cerca de sus caballos, de día y de noche. O tal vez no. Acababa de poner su bota en el primer escalón de la escalera de diez amplios, profundamente asentados en el frente de Northcliffe Hall cuando oyó un carruaje subiendo por el largo camino de entrada. Retrocedió, sabiendo que era la señorita Carrick.

Pese al hecho de que era una espina en su piel, y que el destino la había plantado justo frente a él sin pies ni cabeza, Jason se dio cuenta de que se sentía bien. Cruzó los brazos sobre su pecho y observó a la señorita Carrick estirarse por la ventana, saludándolo. Esperaba que no saltara antes de que el cochero hubiese detenido el carruaje. Jason vio al cochero deteniéndose rápidamente justo a su lado. Vio que era un carruaje rentado, un costoso carruaje rentado. Había dos escoltas.

Se adelantó cuando la puerta se abrió de golpe y la señorita Carrick bajó de un salto antes de que él o el cochero pudieran ayudarla. Jason no estaba para nada sorprendido.

– ¡Señor Sherbrooke! Aquí estoy. Qué agradable de su parte estar esperando aquí afuera que llegara.

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