Era pasada la medianoche. Hacía rato que Leo y Melissa se habían ido de luna de miel, pasarían su primera noche de dicha matrimonial en Eastbourne, y luego se marchaban a Calais con la marea de la mañana en el paquebote de Alec Carrick, HiHo Columbus, nombrado así por Dev cuando había tenido cinco años.
Los Sherbrooke y la señorita Hallie Carrick estaban sentados en la salita. Jason sabía que cada uno de ellos golpearía a Hallie Carrick en la cabeza con gusto, tal vez enterrarla en el jardín, para que él, su amado pródigo devuelto, tuviera Lyon’s gate. Quedaba cerca de Northcliffe Hall, lo que significaba que él estaría cerca. Serían una familia otra vez, en cuanto se deshicieran de esta advenediza inglesa-americana que había tenido el descaro de interferir con su dinero para robar lo que su adorado hijo quería para él. Pero todos eran amables, solícitos, su madre incluso llegando a servir leche, no arsénico, en el té de la señorita Carrick, lo cual sin dudas hubiese preferido.
De pronto Hallie dijo, rompiendo el espeso silencio:
– Escuchen, todos ustedes. Compré la propiedad al mismo Thomas Hoverton, no a su abogado. Me parece muy claro que soy la nueva dueña de Lyon’s gate.
Jason dijo:
– El señor Clark es el representante legal de Thomas Hoverton. El señor Clark me mostró el documento que le daba el poder para realizar cualquier negocio de Thomas Hoverton, con la firma de ambos en él. Es su derecho actuar en nombre de Thomas Hoverton, y lo hizo. Compré la propiedad antes que usted, señorita Carrick. La escritura está, no sólo debidamente firmada, está fechada, hasta la hora del día en que nuestras firmas fueron fijadas al boleto de venta.
Hallie miraba todos esos rostros perfectamente simpáticos, sabiendo muy bien que les gustaría que ella desapareciera, quizás mediante violencia, dado el rojo llameante del cabello de la madre de Jason.
– Thomas es el dueño -dijo ella. -Nadie más. Un abogado, a final de cuentas, sigue siendo sólo un abogado.
Douglas se puso de pie y sonrió al grupo.
– Esto no nos llevará a ninguna parte. Sugiero que viajemos a Londres mañana. Señorita Carrick, puede quedarse con nosotros en Putnam Square, ya que no sería adecuado que usted abriera las casas de la ciudad de su padre o de sus tíos.
– Me quedaré con los padres de Melissa -dijo ella.
James dijo:
– Están viajando directamente de regreso a Yorkshire mañana.
Douglas continuó:
– Nos reuniremos todos en lo del abogado, y las mentes legales nos ayudarán a solucionar esto. Ahora, es hora de acostarse. Yo, para empezar, sigo nadando en demasiado champagne.
Como era el patriarca quien había hablado, todos se pusieron obedientemente de pie.
Como James había dicho, la vicaría estaba llena hasta las vigas del tercer piso. Jason y otros seis jóvenes, incluyendo al dueño del dormitorio, Max, el hijo mayor de tío Tysen, dormían alineados como troncos sobre gruesas pilas de mantas, recolectadas de los feligreses de tío Tysen.
Excepto Jason. Él no podía dormir. Todos sus planes, toda la magnífica ejecución de sus planes, ¿qué pasaría ahora? Odiaba la incertidumbre. Escuchando los ronquidos, los gruñidos y quejidos de todos sus primos, se preguntó cómo las esposas podían dormir alguna vez, con todo el ruido que hacían los hombres; se puso una bata que su primo Grayson le había prestado y salió de la vicaría. Caminó por los jardines empapados en luz de luna, deteniéndose junto a una densa parra de madreselva retorcida para aspirar su aroma nocturno.
– ¿Sabía que las mujeres roncan?
Jason casi saltó con sus pies descalzos. Se dio vuelta rápidamente, pisó una ramita puntiaguda, y empezó a bailar sobre un pie.
La bruja se rió.
– Los ronquidos de las mujeres no son tan ensordecedores como los de los hombres -dijo él, frotándose el pie. -Sólo pequeños sonidos maullantes, delicados ronquiditos y silbidos.
– Supongo que usted lo sabría, con todas las mujeres con quienes ha puesto a dormir a través de los años.
Él levantó una ceja ante eso.
– ¿Es por eso que está levantada, señorita Carrick? ¿No podía dormir con todos los gruñiditos y quejidos?
– Era casi como si estuviera allí acostada escuchando alguna especie de extraño cuarteto de cuerdas. Un resuello aquí, un fuerte suspiro al otro lado de la habitación, un estruendo más profundo al lado de mi codo izquierdo.
– ¿Y no podía unirse a la orquesta?
– Estaba allí acostada, preguntándome qué vamos a hacer con todo este lío. No porque tenga alguna duda del resultado correcto, naturalmente, sino cómo llegar ahí, el abrirme camino a través de su familia muy rica y poderosa, a quienes les gustaría enviarme a China. En un barril. Lleno de arenque.
– ¿Abrirse camino? ¿Cree que mi familia sería deshonesta? Le aseguro, señorita Carrick, que no hay razones para serlo ya que yo tengo el derecho. Thomas Hoverton es un derrochador, un derrochador de miras estrechas, mujeriego y jugador, y por eso es que su abogado tiene el poder para tomar decisiones financieras por él. El propio Thomas lo promovió para mantenerse apartado de sus acreedores, a quienes probablemente les gustaría sacarle las entrañas por la nariz. Además, usted no es una pobrecita abandonada. Hablando de una familia poderosa; su tío, Burke Drummond, el conde de Ravensworth, sí que es un hombre muy poderoso. En cuanto a su padre, es el barón Sherard. Contáctelos, señorita Carrick. Hasta que su padre llegue, su tío puede representar sus intereses, él y su abogado. Deje de lloriquear. En realidad, mis padres evaluarían seriamente China o quizás Rusia. Algún lugar remoto.
Hallie suspiró.
– Sí, todo eso es verdad. Pero llevará días que tío Burke llegue a Londres. ¿Realmente estaba lloriqueando?
– Sí.
– Bueno, eso no es muy atractivo, ¿cierto? No, no se atreva a decir que es lo que todas las muchachas norteamericanas hacen o lo empujaré contra esos rosales.
– Muy bien, no lo diré. El hecho es que estoy encantado con la imagen de usted saliendo de un barril de arenque después de seis semanas o más en el mar, en un camino surcado que la llevará a Moscú en seis meses.
– ¿Arenque inglés o norteamericano?
Jason quiso reír, pero no lo hizo.
– El arenque inglés es más salado en mi experiencia. No porque no me agrade un olorcillo a sal, naturalmente.
– Está inventando eso. -Ella se quedó callada un momento y luego dijo: -El hecho es que me gusta más ser norteamericana que inglesa. Tengo una perspectiva diferente en muchas cosas. Ya sabe, la forma en que veo a las personas, el modo en que respondo a las situaciones.
– Eso debe significar que todavía no es una esnob insufrible aún.
– ¿Es así como ve a las muchachas inglesas, señor Sherbrooke? ¿Cómo esnobs?
– No, para nada. Usted tiene razón acerca de las muchachas americanas… es más probable que pateen a un hombre en la espinilla si él las ofende en vez de gimotear tras una palmera en maceta en un rincón.
– ¿Está hablando por experiencia?
– Sí, por supuesto. He visto ambas. En cuanto a mí, preferiría intentar con la espinilla.
– Nada de intentos. Yo lo haría, rápido y duro.
– Supongo que podría intentarlo. Un caballero está en desventaja, por supuesto, porque no puede devolver la patada. Tiene una boca mordaz, señorita Carrick. También tiene un costado cruel, si no estoy errado… sobre las féminas de la especie, rara vez estoy equivocado.
Excepto una vez, pensó él, sintiendo ese detestable dolor familiar atravesándolo. Una vez había sido tan condenadamente ciego… No, no pensaría en eso. Había pasado mucho tiempo atrás. Estaba en casa otra vez, y sabía, sabía totalmente que nadie lo culpaba. Nunca dejaba de asombrarlo y humillarlo. Se preguntó si alguna vez dejaría de culparse a sí mismo y supo que no.
Volvió a mirar a Hallie, preguntándose cómo se vería con ese maravilloso cabello suyo suelto alrededor de los hombros, en vez de en una gruesa trenza. Si no estaba errado, y creía que no, pensaba que se veía herida. ¿Herida por qué? ¿Por lo que él había dicho? No, imposible, no esta tigresa, este paquete cuya boca tendría que ser tapada para mantenerla callada.
– Tal vez la haría sentir mejor conmigo si supiera que nunca tuve a una muchacha intentando patearme en la espinilla o sollozar detrás de una palmera en maceta.
– Eso es porque todas las mujeres en los alrededores están flotando encima tuyo -dijo ella bastante calmada. -Basta de elogios, o se volverá aun más vanidoso de lo que ya es. Escúcheme. Estoy preocupada, lo admito. Quiero decir, sé que como Thomas Hoverton me vendió su propiedad soy la verdadera dueña, pero este asunto del abogado, bueno…
– Como dije, señorita Carrick, hay muchas propiedades para que usted compre. Esta es la única cerca de mi hogar. -Él odiaba dar vueltas a los problemas cuando podía ver que cada lado tenía algo de derecho a intentarlo. En cambio dijo: -¿Sabía que su nombre casi rima con el de mi cuñada?
– Corrie. Hallie. Sí, es parecido, viendo los nombres. Ella es muy inteligente.
– ¿Por qué cree que Corrie es muy inteligente?
– Es evidente. Oh, ya veo, como hombre usted no notaría un cerebro femenino aunque le guiñara un ojo desde su sopa. Ella se lleva bien con su esposo.
– Sí, ella mataría por James.
– Como Melissa mataría por Leo.
– Evidentemente.
– Sus pies están descalzos, señor Sherbrooke. Y esa bata que lleva es muy vieja y estropeada.
– Pertenece a mi primo Grayson. Olvidé empacar. Llegué a casa justo a tiempo para cambiar de ropa y venir galopando aquí. Usted se ve como un postre batido, señorita Carrick, toda suave, esponjosa y aterciopelada.
– Sí, bueno, fue un regalo de mi tía Arielle cuando pensó que iba a casarme…
Ella golpeó las manos sobre su boca, se veía horrorizada de que esas palabras hubiesen salido directo de su boca. Dio un paso atrás, se aferró a la bata larga y suelta de seda durazno y la cerró con tanta fuerza sobre sus pechos que bajo esa encantadora luz de luna, Jason pudo ver a través su adorable piel blanca.
Hallie supo que él iba a arruinarla: acababa de escapársele una poderosa munición, pero “hmm,” fue lo único que él dijo, nada más. Ella retrocedió tres pasos más hasta que su espalda golpeó contra un rosal trepador. Una espina debía haberla pinchado, porque dio un salto y se apartó.
Entonces Jason vio que ella simplemente no podía soportarlo.
– Oh, adelante, búrlese de mí, sé que quiere hacerlo.
– En realidad, no. Mi padre hablará con los padres de Melissa, ya que ellos están a cargo de usted.
– No están a cargo de mí, maldito sea.
– Muy bien, pero usted es su invitada, ¿o no?
– Sí, supongo. Iba a partir a Ravensworth mañana en cualquier caso. Pero ahora no.
– No, ahora no. Tendrá que regresar a Northcliffe Hall con nosotros mañana -dijo él. -Luego iremos a Londres todos juntos. Mi padre enviará un mensajero a su tío.
– Sí, está bien. Quiero que esto se resuelva rápidamente. Quiero mudarme a mi nueva propiedad.
– ¿Supongo que no planea vivir en Lyon’s gate sola? Es una joven dama… bueno, supongo que es bastante joven.
– En realidad no lo había pensado -dijo ella lentamente. -Todo esto ha sucedido tan rápidamente. Debe haber algún pariente de sobra por ahí que pueda venir a Lyon’s gate a vivir conmigo. Seguramente mi tía Arielle conoce a alguien.
– ¿Qué hay de mi abuela?
– No la he conocido, ¿pero no es terriblemente vieja?
– No tiene más de ochenta. Se negaría, en cualquier caso. No le gustan las damas, excepto mi tía Melissande. Estaba bromeando con usted. Sin embargo, encontrar una chaperona no será un problema, ya que no se mudará a Lyon’s gate.
– Desearía que se diera por vencido, señor Sherbrooke. Compré la propiedad al verdadero dueño. Está hecho.
– Tengo la sensación de que Thomas preferirá la venta realizada por su abogado.
– ¿Por qué?
– Porque el dinero que va al señor Clark podría estar un poco más seguramente oculto de los acreedores que si fuera directamente a Thomas Hoverton. Hmm, me pregunto qué tendrá para decir Thomas si eso es cierto.
– No, eso no puede ser. Usted inventó eso. El dinero va a Thomas en cualquier caso.
– Lo veremos, ¿verdad? Vaya a la cama, señorita Carrick. -Se impuso sobre ella. -Jessie Wyndham es más alta que usted.
– Esas cosas suceden. Tal vez James Wyndham es más alto que usted. Crecemos mucho en Norteamérica.
Jason le sonrió.
– Es mejor de este modo, señorita Carrick. Lyon’s gate es una magnífica propiedad, su potencial puede ser alcanzado sólo por un hombre fuerte que tenga una visión. Yo soy ese hombre, señorita Carrick.
– Su pie está sangrando, señor Sherbrooke. Derribado por una ramita. Sí que es un hombre fuerte.
Jason estiró la mano y tocó apenas su mentón con la punta de los dedos. Un mentón firme, muy obstinado.
– Dese por vencida, señorita Carrick. Regrese a Ravensworth. Compre algo allí.
– Buenas noches, señor Sherbrooke. Si soy encontrada muerta bajo una de las parras de madreselva de Mary Rose, puede estar seguro de que usted o uno de los miembros de su familia será culpado por eso.
– Oh, si alguno de nosotros fuera a recurrir a eso, usted simplemente desaparecería, señorita Carrick. No olvide ese barril de arenque.
Jason le hizo un pequeño saludo y caminó de regreso a la vicaría, intentando no cojear aun mientras pisaba otra ramita puntiaguda.