Angela finalmente dejó de palmear su pecho cubierto de encaje.
– Oh, cielos, Hallie. No es que no te veas encantadora con esos exquisitos pantalones; me atrevo a decir que los caballeros seguramente pensarían lo mismo, así como también esos hombres que no son para nada caballeros. Y eso no incluye a todos los hombres en Lyon’s gate, a excepción del querido Jason aquí presente, y vi que incluso él estaba mirando… bueno, no importa. Lo siento, querida, pero los pantalones de hombre no son posibles. Sin embargo, tengo una idea. Se ha hecho antes, al menos eso he oído. Ve a cambiarte con un vestido viejo, y veré qué puedo hacer. Sí, querida, debes hacerlo. Confía en mí.
Jason, cuyos ojos estaban firmemente fijos en el rostro de Angela, y no en los pantalones de Hallie, dijo:
– ¿No le gustaría desayunar algo antes de ir a ver qué puede hacer?
– Oh, sí, querido muchacho. Eso sería muy agradable. Haré que mi Glenda lleve una bandeja a mi habitación. Jason, me gusta mucho el arreglo de los muebles. Es tan acogedor que siento como si hubiera vivido en esas habitaciones durante unos veinte años.
Y salió deslizándose sobre sus pies de hada, tarareando.
– Lo que sea que tenga en mente -dijo Jason, -imagino que será algo muy inteligente. Recoge tu labio inferior del piso, Hallie. Ten fe.
Hallie no estaba tan segura. Lo único que sabía era que tenía que renunciar a sus maravillosos pantalones. Suspiró profundamente.
– No sé qué cosa inteligente puede hacer con esto. Oh, muy bien, iré a cambiarme con uno de mis antiguos vestidos.
Volvió a suspirar y salió a zancadas como un jovencito del desayunador, con los ojos bajos, los hombros caídos, lo cual Jason suponía que significaba que su labio inferior seguía rozando el piso.
Oyó a Petrie jadear y ahogarse, un sonido gorgoteante de lo profundo de su garganta, y eso significaba que estaba extremadamente angustiado.
Jason levantó la mirada. Gracias a Dios por Angela. ¿Qué iba a hacer la mujer? Fuera lo que fuera, no podía imaginar que fuese a hacer feliz a Hallie. Pero bueno, ¿no era Angela ahora la cohorte de su abuela? Seguramente ni el buen Señor podría haber pronosticado ese milagro. Es más, se visitaban al menos tres veces por semana.
Vio nuevamente los pantalones de Hallie en su mente y casi gruñó. ¿No se daba cuenta de que tendría suficientes problemas para obtener aceptación sin añadir su encantador trasero a la mezcla?
Lord Brinkley de Trowbridge Manor en Inchbury, Sussex, llevó a su yegua Delilah la mañana siguiente.
Petrie, elegante en ropajes totalmente negros, lo acompañó con ceremonia a la salita, anunciándolo con una voz grave y meliflua que Hallie nunca antes había oído. Suponía que era porque tenía más control de sus cuerdas vocales cuando Martha no estaba cerca.
– Señorita Carrick, ¿verdad? Encantado de conocerla.
Lord Brinkley, un hombre de la edad de su padre, que podría haber pasado por padre de su padre, hizo una reverencia, bastante elegante para un hombre tan corpulento.
– Hola, lord Brinkley. Bienvenido a Lyon’s gate.
Él le sonrió, pensando que ella se veía bastante elegante con su falda larga, blusa y un encantador chaleco. Bastante exótica, en realidad. Apartó sus ojos del chaleco.
– Conocí al viejo Hoverton antes de que falleciera. Excelentes establos, un poquito de corrupción escuché en la pista de carreras, pero mientras no le suceda a mi Delilah, viviré y dejaré vivir.
Hallie, que dudaba que alguna vez las carreras de caballo estuvieran libres de corrupción, dijo:
– Delilah es una yegua maravillosa. La vi la primavera pasada en una carrera cerca de Spalding, una que, debo agregar, todos los dueños acordaron realizar limpiamente.
– ¿Sabía? Delilah no ganó esa, perdió con la yegua más hermosa que jamás haya visto, a decir verdad. No recuerdo su nombre.
Hallie sonrió de oreja a oreja, mostrando unos hermosos dientes blancos que lord Brinkley envidió totalmente.
– Su nombre es Piccola y me pertenece. Por eso es que yo estaba en la carrera.
– Bueno, ¿es eso cierto? No recuerdo haberla visto votando por una carrera honesta.
– Voté in absentia.
– Ah, probablemente es bueno tener a un hombre que se ocupe de cosas semejantes, ya que es usted mujer. ¿Está el señor Sherbrooke aquí?
– Eso creo. Probablemente esté en los establos, atendiendo a Delilah. ¿Le gustaría un poco de té, lord Brinkley, o le gustaría conocer a Dodger?
– ¿Sabía que fue lord Ravensworth, su tío, creo, quien me dijo que no podría conseguir un potrillo mejor que Dodger? Dijo que el señor Sherbrooke corrió con él en Baltimore durante cinco años y rara vez perdía.
Hallie asintió. No pensaba decirle que Dodger, con Jason sobre su lomo, no podría derrotar jamás a Jessie Wyndham.
– Venga conmigo, milord.
– Eh, ¿usted irá conmigo, señorita Carrick?
– Por supuesto. Soy la socia del señor Sherbrooke, sabe. ¿No le contó eso mi tío?
– Bueno, sí, pero pensé que era todo orgullo de tío, no lo tomé realmente en serio, sabe.
– Fue bastante serio, igual que yo. Venga, lord Brinkley.
Ella realmente lo oyó debatiendo consigo mismo mientras la seguía.
– … cosa sorprendente, una muchacha, nada más que una jovencita… sí, ocuparía los sueños de un hombre, y realmente se ve atractiva, un chaleco encantador… pero, ¿piensa que sabe acerca de criar caballos de carrera? Bueno, esa Piccola suya ganó, ¿cierto? Quizás lo único que hizo la señorita Carrick fue ondear sus cintas alrededor de la yegua para alentarla. No está bien que una jovencita vea los caballos aparearse. Es todo tan evidente, tan inmensamente íntimo, tan desagradable en realidad. Oh, cielos.
Hallie no sabía si reír o gritar mientras escuchaba, paseándose fieramente delante de lord Brinkley, forzando a Su Señoría a dar algunos pasos dobles.
Jason levantó la mirada y dejó de tranquilizar a Delilah para ver a lord Brinkley siguiendo a Hallie, sacudiendo la cabeza, aparentemente hablando consigo mismo. ¿Ella ya habría discutido con él? Jason había estado esperando esto.
Entregó rápidamente las riendas de Delilah a Henry, su mozo de cuadra principal, antiguo jefe de mozos de cuadra del señor Hoverton. Henry se apartó con Delilah, le dijo que era una muchacha muy bonita, su voz tan suave como la seda, y finalmente le acarició apenas la base del cuello, rascándola suavemente aquí y allá, siempre hablándole en voz baja. Le dio una linda zanahoria fresca, donación de la cocinera.
– Aye, mire esto, tengo una amiga de por vida, así es. Señor Sherbrooke, ¿no es encantadora? Sólo mire sus orejas, todas vueltas hacia delante.
Jason se dio vuelta y sonrió.
– Sí, está alerta e interesada.
Jason estaba agradecido por Henry. Él y Hallie lo habían encontrado viviendo con su hermana viuda en Eastbourne, bebiendo demasiada cerveza porque sufría de melancolía. Jason no podía recordar a nadie tan emocionado ante una oferta de trabajo. Se había frotado las manos, sonriendo como un lunático. Henry sin dudas tenía manos mágicas y una suave voz de campo que hacía que cada caballo en el establo relinchara y fuera trotando hacia él. Había descubierto cuatro mozos de cuadra adicionales para Lyon’s gate.
Hizo una fugaz reverencia a lord Brinkley, le dijo que no se preocupara, y regresó con Delilah.
– Aquí tienes, muchacha hermosa, sólo ven con Henry, él te alimentará como corresponde, te dejará mascar otra zanahoria o dos. Eres una muchacha buena, muy buena. Te gustará el viejo Dodger, él será un buen pá para tu bebé.
– Lord Brinkley -dijo Jason, mientras iba rápidamente hacia el hombre mayor. -Soy Jason Sherbrooke. -Mientras estrechaba la mano de lord Brinkley, continuó: -Veo que ha conocido a la señorita Hallie Carrick. Henry instalará a Delilah. Continuaremos con Dodger mañana por la mañana.
– Ah, ¿podría ver los establos, y a Dodger?
– Seguro. En un momento Henry la soltará en este pequeño corral, y usted podrá ver cuánto le gusta su hogar temporal.
Hallie dejó que Jason diera el paseo por los establos a lord Brinkley. Bueno, prácticamente había pasado por su primer trato con un caballero con el pellejo entero, o casi. No había sido tan malo. Al menos no aún. Se vio obligada a reír entonces, recordando el monólogo de él. Se preguntaba qué parte habría ganado la discusión. Probablemente la indignada. Se preguntó si lord Brinkley se quedaría para el apareamiento mañana si le parecía tan desagradable. Sabía que si lo hacía, estaría totalmente avergonzado si ella también estaba presente.
Cuando los dos hombres salieron, Henry acababa de soltar a Delilah, una encantadora pura sangre castaña de perfecto tamaño y proporciones, de sólo quince palmos. Tenía una cabeza fina, un largo cuello arqueado, hombros y un pecho profundo. Lo único que no tenía eran patas duras. Eran más bien delgadas, y por eso era que Piccola la había derrotado. No tenía resistencia en esas patas demasiado delgadas. Naturalmente, Hallie no iba a decir eso a lord Brinkley.
Entonces, para su sorpresa, Jason dijo:
– Vio que Dodger es inmensamente fuerte. Su ascendencia se remonta al Byerley Turk. La resistencia de Dodger es legendaria en Norteamérica. Tiene características dominantes que aparecen en todos sus potrillos; la más importante para el potrillo de Delilah son sus gruesos cuartos musculosos y sus patas duras. Dodger es audaz y brioso, su voluntad de ganar no tiene igual.
– Bueno, él no ha ganado aquí en Inglaterra -dijo lord Brinkley. -Hmm, eso hace más barato su gasto en la caballeriza, y eso es algo bueno.
Hallie asintió.
– Es verdad. Tiene suerte, señor, porque en cuanto Dodger comience a ganar carreras aquí en Inglaterra, su precio en la caballeriza aumentará rápidamente.
Después de un momento, lord Brinkley anunció:
– Sus patas se ven bastante fuertes para mí. -Ni Jason ni Hallie dijeron nada a eso, y luego de un lamentoso suspiro, el hombre admitió: -Oí a alguien decir que sus patas eran demasiado delgadas, pero lo ignoré, lo rebajé a rencor e ignorancia. Su madre fue cruzada con Sultan, pero sus hermosas patas no salieron iguales. Sin embargo, siempre he pensado que sus patas son bastante elegantes.
Jason dijo:
– Sí, son elegantes, pero también demasiado delgadas. Pero ella es resistente; mire ese fuerte lomo. Con Dodger, parirá un potrillo con la resistencia adicional de él. Sólo mírela. Está preparada.
Delilah brincaba, como si fuera para Dodger, adelante y atrás en el corral, con la cabeza en alto, las orejas vueltas hacia delante, la cola alzada, relinchando. Lord Brinkley se hinchó de satisfacción.
Hallie dijo:
– Vea el orgullo en ella, milord, y la elegante línea de su cuello. La inteligencia en sus ojos… sí, sin dudas saldrá idéntica.
Lord Brinkley continuó inflando su pecho hasta que casualmente bajó la mirada.
– Dios mío, jovencita, ¡está vistiendo botas de hombre!
Hallie inmediatamente quitó sus botas de la última barra del corral.
Dijo suavemente:
– Las zapatillas realmente no son adecuadas para los corrales del establo, milord. Todo el barro, estiércol y guijarros dispersos por todas partes. Estas botas fueron hechas por G. Bateson, un viejo aprendiz del gran Hoby.
– Hmm. Me ofendí cuando Hoby tuvo el descaro de morir, caer sobre una bota que estaba creando, aterrizó de cara en una pila de cuero. Aye, siempre di mis encargos a Hoby hasta ese fatídico día. Mire esas botas suyas. Puedo ver mi rostro en el resplandor. No me diga que su doncella sabe cómo lustrar unas botas de hombre.
Jason puso los ojos en blanco, pero Hallie dijo, con los ojos brillando casi tanto como sus botas:
– En realidad, milord, me enorgullezco mucho de la apariencia de mis botas, así que soy yo quien las lustra. Me lleva una media hora entera, sabe, a veces más, hasta que puedo verme claramente en el resplandor.
– Debo pedir su receta, querida. Se la daré a mi hombre.
– Está todo en el tamaño de la mano que mide el vinagre, y mi muy especial ingrediente, semilla de anís. ¿Su hombre tiene manos grandes?
– Oh, aye, el viejo Fudds tiene manos más grandes que las de mi suegra, que descansa en paz desde hace dos meses, amén. Solía lucirse en el cuadrilátero, sabe, el viejo Fudds, no mi suegra. Oh, cielos, ¿qué debo hacer? Es un brillo realmente maravilloso. Semilla de anís… ¿quién hubiera pensado que era importante para algo además de hacer que el aliento huela extraño y ácido? Puedo ver mi ojo devolviéndome el guiño, tan claro como el día en ese brillo. Mi ojo… ha estado guiñando de este modo durante doce años ya, distrae bastante a mi esposa, especialmente en compañía. Ella cree que estoy guiñando el ojo a las demás damas.
– ¿Qué piensan todas las demás damas, milord?
Él sonrió a Hallie.
– También creen que estoy guiñando. Las marea bastante.
– Entonces es un buen guiño, ¿no lo cree?
Jason dijo:
– Eh, lord Brinkley, ¿le importaría ver a Dodger saliendo de su compartimiento ahora?
– ¿Qué? Oh, sí, seguro.
Lord Brinkley echó una mirada nostálgica a las botas de Hallie y luego se dio vuelta para seguir a Jason.
Hallie exclamó:
– Le proveeré de una medida exacta, milord, para el viejo Fudds.
Lord Brinkley paró en seco y le ofreció una encantadora reverencia. Si no estaba equivocada, le guiñó el ojo. Hallie no creía ni por un segundo que fuese un tic.
Lo oyó decir en una linda voz arrastrada:
– Qué muchacha agradable, señor Sherbrooke. ¿Sabe algo sobre caballos o sólo es buena lustrando botas?
– Ella entrenó a Piccola, milord.
– Hmm. Eso podría elevar la seguridad de un hombre, ¿cierto? O darle un miedo de muerte. Ah, pero sigue siendo difícil… no me gustan los libros que no encajan con sus portadas.
– A veces los libros en cuestión resultan ser inesperadamente interesantes, ¿no lo cree?