CAPÍTULO 32

Jason atrapó a Hallie escuchando a hurtadillas, con la oreja presionada contra la puerta de la salita.

Ella no actuó avergonzada por ser atrapada, más bien sonrió, le hizo señas para que se acercara y susurró:

– No puedo creer que realmente haya tenido tanto descaro al punto de venir aquí a enfrentar a mi padre. -Miró a Jason de reojo. -Hmm. Tal vez juzgado mal al pobre Elgin.

– ¿Regresó? -dijo Jason. -Lord Renfrew debe necesitar muchísimo el dinero.

– Ah, ¿entonces no crees que su valentía se deba a que se ha enamorado perdidamente de mí?

– No.

Ella suspiró.

– Al menos en su caso la verdad no duele.

Siete minutos más tarde, Hallie se apartó de un salto de la puerta. Tres segundos más tarde, lord Renfrew, viéndose tan pálido como filosófico, precedió al barón Sherard fuera de la sala de estar. Vio a Hallie parada al lado de Jason Sherbrooke, el bastardo con su rostro de ángel que no merecía, y una figura masculina que tampoco merecía. Elgin sabía que él utilizaba ambos despiadadamente para su ventaja, porque sería lo razonable. En cuanto a Hallie, esta muchacha a la que había intentado una vez más conseguir como esposa… casi se estremeció. Vestía esas ridículas botas que eran tan brillantes que él podía ver el sudor en su propia frente. Su cabello estaba azotado por el viento, y había una mancha de suciedad al costado de su nariz. Se veía desarreglada.

Le dijo:

– No sé por qué estás allí parada sosteniendo una brida.

– Está rota. Voy a arreglarla.

– Eres una mujer pese a esas brillantes botas tuyas. Puedes preparar una taza de té, pero no puedes hacer nada importante, ciertamente no una brida.

– ¿El té no es importante? -dijo Alec Carrick, con una ceja elevándose. -Nada me resulta tan inspirador como una preparar taza de té. Una cucharada de leche, nada más.

– Oh, no. Uno debe añadir limón para que el té obtenga la más selecta profundidad de sabor, no leche. Muy bien, el té es importante, pero ¿que ella arregle una brida? No, las muchachas no hacen ese tipo de cosas.

Hallie dijo:

– Puede tener razón. Claro que no pude arreglarlo a usted, ¿verdad?

– Nunca lo intentaste. Nunca me pediste que te explicara, nunca me mostraste ni un momento de compasión, simplemente me echaste por la puerta. Y ahora entiendo, según tu padre, que te casarás con este hombre que no te quiere, este hombre que te comprometió sólo porque estás aquí y estás dispuesta, y eso lo hace peor que yo.

Jason preguntó:

– ¿Cómo podría ser peor que usted?

– Nunca intenté seducirla para que quedara comprometida.

Hallie deseó poder hacer girar esa brida en sus manos y apuntar a la cabeza de lord Renfrew.

– No tuviste que comprometerme. Yo nadé justo dentro de tu red.

– Bueno, sí lo hiciste, pero eso no es lo importante aquí. Lo que es importante aquí es la hombría y el uso de la misma. Yo te hubiese hecho todas esas cosas que probablemente él te hizo, pero sólo después de que te convirtieras en mi esposa, cuando sería decente hacerlo. Podrías haberme tenido, Hallie, y toda mi devoción y mis habilidades como amante de renombre.

– Jason no me comprometió -dijo Hallie.

– Já. Es un hombre, ¿cierto? Es evidente que quería disfrutar de tu bella persona sin tener que sentarse frente a ti en la cena durante el resto de su vida.

– Como somos socios, mi presencia en su mesa es frecuente. Nada cambiaría allí.

– Yo hubiese querido sentarme frente a ti, Hallie, quizás alimentarte con trozos de mi panecillo. Él no lo desea. Está atrapado sólo porque tu padre está aquí y lo mataría si no se casara contigo.

– La mutilación podría haber sido una alternativa -dijo Alec.

Pero lord Renfrew lo ignoró.

– No puedo imaginar ser tu socio; no aguanto pensarlo. Tener que soportar tu impertinencia sin disfrutar de los beneficios de tu femenina persona por las noches… quizás, si fuera yo él, huiría de regreso a Baltimore. En cuanto a casarse contigo, es para obtener tu dinero, todos lo saben. No eres sabia, Hallie. Podrías haberme tenido con el corazón en la mano.

– Ese es un pensamiento que agita los pelos en mi nuca. Adiós, lord Renfrew. Cada vez que piense en lo que podría haber tenido, indudablemente estaré entristecida por el resto de mi vida.

– Tu padre tiene razón. No me hubieses hecho feliz.

– No dije exactamente eso -dijo el barón Sherard.

– No, papá, probablemente no -dijo ella. -Considérese un hombre afortunado, lord Renfrew. Buen día para usted.

Él sacudió la cabeza y se dijo a sí mismo mientras se ponía el sombrero sobre la cabeza, “No puedo creer que permití que Charles me convenciera de desperdiciar mi tiempo aquí”, y se marchó.

Jason se quedó mirando a lord Renfrew con el ceño fruncido. ¿Charles Grandison quería que ese estúpido se casara con Hallie? Charles nunca hacía nada sin una razón. Jason quería saber cuál era esa razón.

Alec Carrick dijo:

– Allí va un hombre que tendrá una rica esposa a final del año, quizás incluso en el otoño. Es realmente bastante creíble cuando se lo propone. Puedo ver cómo fuiste engañada, querida mía.

– Ya no. Sí me pregunto por qué vino. -Vio a lord Renfrew montar su caballo y alejarse, sin mirar atrás. Montaba bien, alto y elegante en la silla de montar. -¿Pensó que lo perdonaría por lo que hizo? ¿Fue eso lo que pensó Charles Grandison?

– Sí -dijo Angela. -Lo que no comprendo es porqué Charles Grandison quería tanto que él se casara contigo.

Jason se aclaró la garganta.

– Hola, Angela. Te mueves muy silenciosamente. ¿Estabas escuchando a escondidas por la ventana de la sala de estar? No, no me lo digas. Lord Renfrew se ha marchado y eso es lo único que importa ahora. En cuanto a Charles y su parte en esto, le sacaré su razón a la fuerza la próxima vez que lo vea. Hallie, creo que tú y yo deberíamos dar un paseo ahora.

– ¿Por qué? ¿Hay algo mal con una de las yeguas? Padre, ¿por qué estás sacudiendo la cabeza de ese modo?

– Cariño, no seas obtusa. Enfrenta los hechos. Ve con Jason. Habrá mucho que hacer. Oh, sí, tus tíos se quedarán en Northcliffe Hall.

– Padre, toda esa charla acerca de Jason teniendo que casarse conmigo, pensé que estabas bromeando, que estabas torturando a lord Renfrew, y admito que pensé que estaba muy bien de tu parte. ¿Realmente crees que debería casarme con Jason? Eso es ridículo. -Se dio vuelta rápidamente para enfrentar a Jason. -Escúchame, no me casaré contigo. No quieres una esposa. No confiarías en una esposa.

– Vamos, Hallie.

– No. Dijiste que nunca querías casarte. Yo tampoco quiero casarme. Somos dos. Tenemos mayoría de opinión aquí.

Alec Carrick rugió:

– ¡Tenías tu mano en sus malditos pantalones, Hallie! Lo hubieras tenido en el piso del establo en cuestión de momentos si no te hubiese quitado de encima suyo.

– ¿Me quitaste de encima?

– No, señor -dijo Jason, con el corazón palpitando, el espectro de la condena sentado sobre su hombro. -Yo la hubiese detenido. Bueno, tal vez no.

– Exacto -dijo Alec. -Esto se llama consecuencias, Hallie. Contrólate. -Y dijo a Jason: -Una vez Hallie negó un diluvio porque quería un picnic. Negar la necesidad de un esposo no sería nada para ella.

– Pero…

– Calla, Hallie. -Jason la tomó de la mano y la llevó a tirones hacia la puerta principal. -Hablemos sobre un picnic bajo la lluvia.

Ella dijo:

– Ese picnic en particular fue bastante espantoso, a decir verdad…

Jason la arrastró fuera de la casa.

Angela dijo a Alec:

– Estoy preocupada por esto, milord. Ella siempre ha sido obstinada.

– Tengo confianza en el joven señor Sherbrooke. Lo vi rodeado de niños varias veces en Baltimore. Lo adoraban. Lo obedecían. Él controlará a Hallie. ¿Sabías que descubrió quién es el mozo de cuadra que le contó a su prima, que es doncella de lady Grimsby, acerca de Jason y ella en los establos?

– Oh, cielos, ¿está el tipo colgando de una viga en el establo? ¿Tendremos que esconder el cadáver?

– Nada tan definitivo. Me dijo que iba a encerrarlo en el placard bajo las escaleras, mantenerlo en una dieta de pan y agua hasta que se arrepintiera de su lengua suelta. -Pese a saber que no sería, Angela miró sobre su hombro hacia las escaleras. Alec Carrick se rió y le zarandeó el hombro. -La vida nunca es lo que uno espera, ¿cierto, Angela?

– Sus hijos serán hermosos -dijo la mujer.

Alec Carrick se veía como si ella lo hubiera abofeteado. Seguía sacudiendo la cabeza mientras caminaba hacia los establos. Vio a Jason y su hija caminando hacia el grupo de arces al este y se detuvo. No, no se lo necesitaba. Si Jason no tenía los medios para hacerla entrar en razones, haría falta el mismísimo Diablo. Qué extraño era que Hallie fuese tan parecida a su madrastra -no era muy incorrecto decir obstinada- y para nada como la mujer que la había dado a luz. Se preguntó qué le diría Jason.


Jason no dijo una palabra. La detuvo bajo una encantadora rama de arce con hojas de verano y hundió los dedos en el cabello de Hallie. Ella cerró los ojos. ¿Cómo podía un masaje en el cuero cabelludo hacer que quisiera arrancarse las medias y las botas?

– Seguramente eso es pecaminoso. Se siente demasiado bien como para que no sea malo.

– Lo que viene después de que te frote la cabeza es lo malo.

Hallie se inclinó hacia él para que pudiera frotarle mejor la cabeza, no porque quisiera arrojarse encima de él. Estaba firme respecto a eso, estaba en control de sí misma. Llevaría esto a cabo, no cedería a la presión paternal. Cuando él la soltó, ella arrancó una hoja de arce y comenzó a hacerla girar con los dedos.

Le dijo:

– No me casaré contigo, Jason. Hablaré nuevamente con mi padre, le diré que…

Jason gruñó gravemente, la agarró y la besó con fuerza.

Le dijo contra la boca:

– Calla. Está hecho. Nos tenemos el uno al otro. Haré todo lo que pueda para ser un buen esposo para ti, Hallie, te lo juro. Ahora deja de ser una mula.

Él levantó la cabeza y ella se vio obligada a mirar esos increíbles ojos, la perdición de una mujer, esos ojos suyos, y su boca… bien, no iba a mirar su boca, o sus ojos, no era tan tonta. Quería embestirlo contra el árbol. No, tenía un fuerte control sobre sí misma, sabía lo que estaba bien. Obligarlo a casarse con ella no lo estaba. Aunque su corazón palpitaba tan fuerte y rápido que casi le dolía. Quería que él presionara los dedos contra su acelerado corazón. Sintió los dedos de Jason acariciándole el cabello nuevamente, esta vez quitando las horquillas. Sintió otra vez la boca de él sobre la suya y, finalmente, gracias al Señor en los cielos, sintió que esos dedos le acunaban suavemente los senos. Su juicio cayó fuera de su cabeza. Vio las cosas con mucha claridad en ese momento, mirándolo, viendo la resolución de él y, sí, también lujuria. Quizás también había cariño, tal vez un poquito de ternura. Era suficiente. Era más que suficiente.

Sin pensar nada más, saltó por el precipicio.

– Muy bien -dijo. -Sí, quizás casarme contigo sería algo muy maravilloso.


Durante la cena esa noche, Jason invitó a todo el personal al comedor para una copa de champagne.

– ¿Qué es esto, amo Jason? ¿Tenemos una nueva yegua para ser cubierta por nuestro viril Dodger?

– No, Petrie. La señorita Carrick y yo nos casaremos. Muy pronto. No me digas que no has oído los rumores. Los rumores cesarán una vez que mi tío Tysen pronuncie las palabras santificadas sobre nuestras cabezas.

Martha aceptó su copa de champagne, sonriendo abiertamente.

– ¡Oh, señorita Hallie, qué emocionante, realmente tener al amo Jason todo para usted! Pero casi lo tuvo en el establo, ¿verdad? Bueno, quizás sea mejor no hablar de eso.

– Por la unión de socios -dijo muy fuerte el barón Sherard, y todos aclamaron y bebieron el champagne bastante decente, todos excepto Petrie, que se veía como si fuera a estallar en lágrimas.

– Entrégate, Petrie -dijo Jason. -Bebe tu champagne. Te hará sentir más resignado a lo inevitable.

– ¿Es en eso en lo que usted se ha convertido, mi pobre amo? ¿Un bebedor?

– Ya está bien, Petrie -dijo Angela. -Confía en mí.

Petrie no era estúpido. Vio la advertencia en los ojos de su amo, supo que era mortalmente serio, y tragó el champagne.

– No permita que ella reacomode los muebles en su dormitorio, amo Jason.

Hallie dijo:

– Oh, válgame, no había pensado en eso.

– Por favor, no lo haga, señorita -dijo Petrie.

– No los muebles, estúpido, no había pensado en compartir su dormitorio. Me gusta más el mío. ¿Por qué no puede él mudarse al mío? ¿Por qué no podemos mantener cada uno nuestras habitaciones?

Jason le palmeó la mano.

– No te preocupes por eso ahora. Resolveremos todo.

Mientras aceptaba otra copa de champagne de lord Sherard, Angela dijo cómodamente:

– Quizás puedo mudarme a tu dormitorio, Hallie, y podemos derribar la pared entre el dormitorio de Jason y el mío. Los dos tendrán espacio suficiente y Jason puede acomodar los muebles. ¿Qué piensas?

Hallie se veía como si fuese a salir disparada.

El propio Jason quería escapar, pero dijo:

– Lo evaluaremos. Sin embargo, en este preciso momento, creo que deberíamos atenernos a los buenos deseos y los brindis.

Petrie volvió a gemir, y no fue para nada discreto. Martha se volvió contra él, le movió su copa frente al rostro.

– No me divierte, señor Petrie. Mire a mi ama… es una hermosa dama, una dama casi tan hermosa como el amo Jason como caballero. Cerca. Quizás no realmente cerca… Sí, usted ha herido sus sentimientos con sus pequeñas y amargas calumnias femeninas que huelen a que una mujer le arruinó el corazón, algo que probablemente sucedió años atrás.

– No tantos años atrás -dijo Angela. -Petrie no es tan viejo.

Hallie dijo en voz baja a su padre:

– Me pregunto si eso puede ser cierto. ¿La aversión de Petrie por las mujeres se debe a que le rompieron el corazón?

– No -dijo Jason. -Petrie vino a este mundo despreciando al bello sexo. Su madre nunca lo reprendió, nunca lo maltrató. Lo adora. Aún lo hace.

– No me ama en lo profundo, donde importa -dijo Petrie, y todos lo miraron.

– ¡Eso es lo más tonto que jamás haya oído, señor Petrie! ¿Le ha dicho eso a su mamá?

– Por supuesto que no. La disgustaría y una mujer disgustada hace cosas groseras.

Jason puso los ojos en blanco.

– Le contaré a tu madre que te sientes de este modo, Petrie, para que cualquier maldición que ella tenga sea apilada sobre mi cabeza, no la tuya.

Martha le dijo directo a la cara:

– Usted es un inaguantable petulante.

Petrie abrió la boca para aplastarla.

Angela dijo:

– Válgame, toda está emoción me da hambre. Cocinera, ¿por qué no trae su manjar blanco?

Petrie dijo:

– Pero yo…

Martha se volvió contra él otra vez, en esta ocasión su voz negra de advertencia:

– Diga otra palabra y meteré el manjar blanco por su nariz.

– Martha, debes mostrarme el respeto adecuado, tú…

Angela dijo:

– No querrás desperdiciar el manjar blanco en la nariz de Petrie.

En cuanto a la cocinera, había parecido perfectamente satisfecha de permanecer en silencio y mirar de Jason a Alec Carrick, sin que una sola aria escapara de su boca.

– ¿La nariz de Petrie? ¿Mi manjar blanco, señorita Angela? Oh, cielos, eso es una especie de comida, ¿verdad? ¿Cómo pude olvidarlo? Ah, dos caballeros tan encantadores. Debo aliviar mi garganta reseca. -Bebió su copa de champagne, dejando cuidadosamente la copa sobre el aparador, y fue a la cocina, diciendo una y otra vez: -¿Cómo puedo hacer que ambos encantadores caballeros se queden aquí mismo para que pueda alimentarlos hasta que se desvanezcan en el suelo de mi cocina?

– Brindaré por eso -dijo Hallie. -Padre, nunca te he visto desvanecerte.

Los ojos de Alec se encontraron con los de su futuro yerno.

– Sucede -dijo. -Créeme, sucede.

Petrie gimió.

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