Tres meses más tarde…
Nada de lluvia hoy, gracias a Dios, pensó Jason, a diferencia de los tres días previos, que habían tenido a los mellizos gritando como locos porque les gustaba recostarse en una linda manta gruesa en medio del césped verde en Lyon’s gate, pateando con sus piernas, agitando los brazos y respirando la hierba recién segada.
Era un hermoso día. Jason observó a su esposa, con un bebé bajo cada brazo, caminando hacia las mantas que él había extendido en el parque del costado de Northcliffe Hall. El sol de mediodía era brillante sobre sus cabezas, y el gato de carreras moteado de James cruzaba el patio a toda velocidad para correr alrededor de Hallie tres veces antes de lanzarse de regreso hacia James, quien le dio un trozo fresco de lubina, le dijo que era un muchacho veloz y elegante, y le rascó el punto justo frente a su cola. Alfredo el Grande ronroneó como si no hubiera mañana.
Douglas y Everett, ahora de cuatro años, algo que Jason no podía terminar de entender, estaban sentados tan tranquilos como siempre, viendo a su padre entrenar a Alfredo el Grande, de ojos dorados.
Jason vio a Hallie acomodar a los mellizos entre una pila de almohadones y luego recostarse sobre los codos y levantar su rostro hacia el cielo azul. Sintió que se le cerraba la garganta mientras la observaba, tanto amor lo inundaba. Era un bastardo afortunado, como le había dicho su gemelo justo esa mañana, y él estaba de acuerdo. Tenía treinta años, tenía a Hallie como esposa y era padre de dos niños sanos. Asombroso. Aun más asombroso, o tal vez no, ambos bebés se parecían a él, lo cual significaba que también se parecían a sus primos y a su tío James, lo cual llevaba de regreso a la tía Melissande, quien había sonreído con esa sonrisa increíblemente hermosa al verlos, mientras se había oído decir a su esposo, el tío Tony: “Una generación más de niños asquerosamente bellos a imagen de mi esposa. Sin dudas me hace doler los dientes. Gracias al buen Señor nuestros tres hijos se parecen a mí. Eso añade equilibrio al mundo”.
“Gracias a Dios que aún tienes todos tus dientes,” había dicho la tía Melissande, y codeado a su esposo en las costillas.
Entonces él la había besado duro en la boca y la generación más joven se había sonrojado hasta las cejas.
Jason oyó a un caballo relinchar y supuso que era el enorme semental zaino pura sangre de su padre, Caliper, que sería cruzado con Miss Matilda de la caballeriza de Charles Grandison en dos días. Lyon’s gate prosperaba. Habían ganado carreras, su reputación como caballeriza estaba creciendo. En cuanto a lord Grimsby, había pedido a Jason que tomara a Lamplighter, que lo entrenara, lo hiciera correr y lo hiciera reproducir, y todas las ganancias serían suyas. Lamplighter había ganado la carrera Beckshire un mes atrás.
Jason cerró los ojos, satisfecho por el momento con oler el aroma a hierba fresca junto con sus mellizos y su esposa, cuando levantó la mirada para ver a sus padres, al tío Ryder y la tía Sophie salir de la casa solariega. Pronto los jardines estarían plagados de Sherbrookes, incluso la tía Sinjun y el tío Colin de Escocia, y Meggie y Thomas de Irlanda; Meggie trayendo tres gatos de carrera para la gran competición la semana siguiente en el hipódromo McCaulty, y sus tres niños, que ayudaban a entrenar a los gatos.
Hallie dijo:
– Jason, te necesito como padre. Alec está hambriento, otra vez -agregó bastante innecesariamente.
Jason colocó una sombrilla para dar privacidad a su esposa, luego levantó a su hija, sonrió como un tonto cuando ella le hizo burbujitas, y vio cómo Hallie alimentaba a Alec. Se veía totalmente absorta, canturreando al bebé mientras él chupaba frenéticamente. Nesta buscó en el pecho de Jason para encontrar un seno, y él se rió.
– Tendrás que esperar, cariño, tu mamá está ocupada con tu hermano ahora.
Nesta lloró.
– ¡Tío Jason!
– ¡Tío Jason!
Douglas y Everett corrieron por el patio hacia él, sucios, arrugados, con sonrisas dividiendo sus amadas caritas. Ya no más vals para ellos; eran demasiado grandes para eso. Como el tío Jason estaba teniendo a Nesta, no saltaron encima suyo, pero él pudo notar que querían muchísimo hacerlo.
– Fuimos a pescar al estanque -dijo Everett.
– ¿Qué atraparon?
– Sólo un sapo y un montón de tierra -dijo Douglas. -No le digas a mamá, nos retará.
– Nos dijo que nos mantuviéramos limpios al menos una hora. ¿Qué hora es, tío Jason?
– Casi la hora del almuerzo.
– Es casi una hora, Everett. Estamos a salvo. Mamá no nos gritará.
– ¿Qué hay de su papá?
– Él nos arrojará al aire y nos dirá larvas mugrientas -dijo Everett. -¿Quieres jugar con nosotros ahora, tío Jason? Douglas tiene un nuevo cañón que necesitamos disparar.
– Sean pacientes -dijo Jason. -Sus primos necesitan su almuerzo primero. Ah, veo a su abuela acercándose. Me rogará que la deje jugar con Nesta. Entonces iremos a disparar ese cañón, tal vez luego los llevaré al estanque y los arrojaré dentro.
Alex se arrodilló, con los brazos estirados. Jason besó la frente de su diminuta hija y la entregó a su madre.
– Ah, mi precioso corazoncito. Tienes hambre, verdad, amorcito, y aquí está tu terco hermano tomando todo el almuerzo. Eso es, sólo chupa mis nudillos. -Sonrió a su hijo y vio que Everett y Douglas estaban inquietos. -Escuché que su tío les decía que fueran pacientes, niños. Podrán tenerlo en cinco minutos. Bien. Ahora, Jason, supongo que soy quien debe decírtelo. Petrie ha propuesto matrimonio a Martha. Cuando ella se lo confió a Hollis, él le dijo que estaría mucho mejor casándose con él que con Petrie, que aunque se aproximaba a sus años dorados, no la distraería tanto como ese cabeza de bacalao.
– ¿Qué dijo Martha? -preguntó Hallie, levantando la mirada.
– Creo que luego de colocar la manta amorosamente alrededor de las piernas de Hollis, le dijo que aunque lo prefería antes que a Petrie, no podía casarse con él porque quería hijos. Imaginó que aunque Hollis seguramente era superior a este aliento de bacalao, dudaba que siguiera en esta tierra para conocer a sus nietos, algo que ella creía muy importante. Entonces aseguró a Hollis que Petrie no era diferente a un caballo o un gato de carreras. Con un bocadito de trucha, un balde de avena o un asomo de un beso, podría hacer milagros. Oh, cielos, veo a mi suegra. Sigue caminando, ¿pueden creerlo? Hasta puede empujar la silla de Hollis, y créanme, eso lo pone furioso. Una vez incluso le gritó, ¿y saben qué? Ella se rió, le dijo que como él la había atendido toda la vida, al menos ahora ella podía empujarlo un poquito. -Alex sonrió y besó la pequeña boquita de Nesta. -Hallie, tu tía Arielle está tan contenta de que hayas nombrado a tu hija como tu madre, aunque nunca la conociste. Dijo que eso cuenta.
– Papá tenía lágrimas en los ojos cuando le dije su nombre -dijo Hallie. -Es extraño. No tenía ni una sola lágrima cuando le dijimos que habíamos nombrado a Alec por él. Vi a Angela empujando la silla de Hollis también.
Jason estaba estirado de espaldas, con Douglas y Everett encima suyo, sujetándolo, parloteando la misma charla de gemelos que él y James habían hablado cuando eran pequeños. No los entendía. Se preguntaba qué tipo de tortura estarían pensando para él una vez que hubieran disparado el cañón y hubiesen ido al estanque.
Sonrió a su esposa, que besaba la frente del dormido Alec, con un poquito de leche goteando por su mentón.
Hallie lo miró y sonrió a Douglas y Everett, que estaban intentando sacarle las botas.
– El siguiente -dijo.