Dos horas más tarde, Jason hizo subir a Dodger por el camino de entrada curvado y rodeado de robles hacia la mansión de lord Grimsby, Abbott Grange. Imaginó prolongar el camino a Lyon’s gate, tal vez añadir un par de curvas para añadir interés y plantar robles como estos. En veinte años aproximadamente habría un palio de densas hojas verdes sobre sus cabezas también. Su padre tenía razón. El futuro se veía increíblemente bien para él también. Se preguntó si Hallie realmente esperaba su hijo. Era muy posible, pensó, sin dudas muy posible. Sonrió como un tonto y silbó una de las cancioncitas de la duquesa.
Era un día cálido, el sol brillante y fuerte sobre su cabeza, rosas silvestres florecían sobre cercos de piedra, y el sudor hacía que la camisa se pegara a su espalda. Vio un solo pavo real paseándose majestuosamente por el césped del frente, con las plumas de la cola abiertas, y se preguntó dónde estaba ocultándose la destinataria de toda esta gloria. Sabía que las hembras de pavo real eran notoriamente veleidosas.
Dejó a Dodger al cuidado de un mozo de cuadra que había visto en la carrera Beckshire. El muchacho se veía nervioso, comprensiblemente, dado que tenía que saber que Jason tenía a Kindred. Jason se acercó a él.
– Debes estar bastante falto de ayudantes, ya que tengo a Kindred y a Potter. Cuidarás bien a Dodger, ¿cierto, muchacho?
– Oh, sí, señor, lo haré. Es un muchacho encantador, tiene dientes fuertes y los ojos del Diablo.
– ¿Quieres decir que tiene ojos malvados?
– Oh, no, señor, tiene ojos que ven cada pecado que un hombre jamás haya cometido.
– Confío que no te verá cometiendo ningún pecado.
Jason palmeó el cuello de Dodger. Vio al muchacho dar una zanahoria a Dodger mientras le canturreaba con una agradable voz profunda.
El mayordomo de lord Grimsby, un anciano de ojos caídos que se veía preparado para caer al suelo en un estupor, miró a Jason de arriba abajo y dijo con una retumbante voz joven:
– No veo porqué mi amo tiene tanto miedo de usted, joven. Imagino que usted sonríe y los ángeles cantan, pero, ¿a quién le importa? Desde la carrera Beckshire, lo ha hecho farfullar como ese idiota pavo real.
– Tal vez usted también farfullará pronto -dijo Jason, y le ofreció una sonrisa destinada a intimidar, que sólo hizo que el viejo dijera:
– Es realmente apuesto, señor, demasiado apuesto, dice mi amo. Lady Grimsby dice que sus celos son patéticos. -Se quedó callado e inclinó la cabeza un momento. -Sí, escucho ángeles cantando en este mismo momento. Sígame, joven señor, y veamos si Su Señoría lo verá.
Jason sonrió a la parte trasera de la cabeza calva del mayordomo mientras lo seguía a la sala de estar. Tocó apenas el brazo del viejo con su mano.
– No necesita anunciarme. Permítame el placer.
Jason golpeó una vez la puerta cerrada y entró.
Tarareó con placer al ver a Charles Grandison y Elgin Sloane, ambos repantigados en sillones, escuchando a lord Grimsby. Los tres estaban allí y al tanto. Como habían llegado rápidamente, eso significaba que estaban preocupados. Cuando se volvieron hacia él, sus expresiones eran idénticas… niños atrapados robando el vino sacramental del vicario.
– Buenos días, caballeros. Me complace que lord Grimsby los haya traído aquí tan rápido.
– Sí -dijo lord Grimsby, sin levantarse de su silla.
Se veía desconfiado y malhumorado. Bueno, para ser justos le habían faltado dos mozos de cuadra durante casi una semana.
– Primero que nada permítame decir, milord, que Kindred está bien, al menos por el momento.
– ¿Kindred, dices? Despedí a Kindred algunos meses atrás. No sé para quién trabaja ahora. Pero no para mí. Verás, Jason…
Jason sonrió.
– Hola, Charles. Elgin. Puedo ver que los tres están muy concentrados en algún proyecto.
Charles dijo:
– ¿Puedo preguntar qué está haciendo tu esposa al pobre Kindred?
– ¿Preparándolo para un largo viaje a Botany Bay?
– ¡Botany Bay! Eso es condenadamente absurdo.
– A quién le importa -dijo Elgin. -El tonto sinvergüenza dejó que lo atraparan.
Charles Grandison dijo:
– ¿No crees que Botany Bay es un poquito extremo, Jason?
Jason simplemente sonrió.
– ¿Vienes aquí a amenazar a mi antiguo mozo de cuadra con la deportación a Botany Bay? Deshágase de él. Kindred siempre fue problemático, por eso es que lo despedí. No hay nada más para decir. Puedes dejarnos ahora.
– Oh, no.
Lord Grimsby lo miró un momento y luego recuperó el control.
– ¿Qué quieres, Jason? ¿Por qué querías vernos a todos? Es una maldita impertinencia, muchacho. Oliphant no debería haberte dejado entrar, maldito cabeza hueca.
– Lo intimidé, milord.
– Eso no es posible. Esa vieja reliquia ya no ve lo suficientemente bien como para ser intimidado.
Mientras quitaba perezosamente una pelusa de su manga, Charles dijo:
– Seguramente, Jason, uno no despacha un hombre a Botany Bay porque uno crea que puede haber planeado disparar un arma en el hipódromo. Todos lo han discutido, y todos concuerdan en que el tipo que disparó a tu jinete es el que necesitas encontrar, no a este pobre tipo Kindred.
– En realidad, me complace decirles que tengo al hombre que realmente disparó a mi jinete. -Sonrió a lord Grimsby. -Potter envía sus saludos, milord. No está muy contento a esta altura, porque Kindred le dijo cuál sería su castigo. De acuerdo con mi esposa, harán falta unas cuatro horas para completarlo.
– ¿Potter? ¿Ese imbécil? Él no sabe nada, Jason, absolutamente nada.
– Mis hombres lo encontraron donde Kindred dijo que estaría… en la casa de campo de su hermano en Cranston, muerto de miedo. Él y Kindred me han contado sobre sus instrucciones, milord. Al menos no les ordenó que matara a ningún caballo o jockey, sino que simplemente inutilizara al caballo que pareciera que iba a ganar, sí, eso era, cualquier caballo estaba delante de Lamplighter.
Charles se puso de pie rugiendo y avanzó sobre lord Grimsby.
– ¿Hubiese hecho que alguno de sus villanos disparara a mi Ganymede?
– No seas absurdo, Charles. Siéntate. Jason está intentando ponernos en contra.
Jason dijo:
– Sí, Charles, si Ganymede hubiese sido el líder evidente, bien, entonces imagino que él o tu jinete hubiesen recibido una bala de plomo.
– No, eso es una mentira. Elgin, dile que es mentira.
– Es una mentira, Charles. Si yo la creyera, bien, entonces eso significaría que Brutus también estaba en peligro. Mi tío jamás buscaría hacer daño a un caballo que pertenecía a mi heredera.
Jason dijo:
– Creo que lord Grimsby dispararía a quien fuese necesario para que Lamplighter ganara. Pero, Charles, siéntete libre de creer lo que desees.
Lord Grimsby explotó:
– Ahora escúchame, Jason. ¡Esto son carreras! Todo tipo de cosas se hacen en las carreras, un poco de travesuras, un poco de dolor, es simplemente parte del deporte, no alarma a nadie, añade excitación y sorpresa.
Charles dijo:
– En realidad, me pone bastante rabioso. Usted conoce mi reputación, milord. Seguramente no sería tan tonto como para ignorar los castigos que yo inflijo si cualquiera, permítame repetirlo, cualquiera intenta dañar mis caballos.
– Por supuesto. No soy tonto. Por eso es que todo esto son tonterías. Además, tú eres diferente, Charles, te lo tomas todo demasiado en serio.
Elgin dijo:
– ¿Castigarás a Jason, Charles? Después de todo, su jockey pateó al tuyo del lomo de Ganymede.
– Eso es cierto, Charles, ¿debo esperar una visita tuya?
– No -dijo Charles.
– Bien, ya que tu jinete comenzó todo el asunto en primer lugar -dijo Jason. Se volvió hacia lord Grimsby. -Milord, ¿qué si uno de los otros dueños hubiese disparado a Lamplighter?
– Mataría al tipejo.
– Tal cual -dijo Charles y tomó un sorbo de su té.
– Maldición, muchacho, nada de esto hace ninguna diferencia. Escúchame ahora. Fue sólo una herida superficial, nada de importancia en absoluto. Dodger igualmente logró ganar la carrera, entonces, ¿qué hay para decir?
– ¿Desea que le diga a mi jinete que esa herida de bala en su brazo no hizo más que añadir un poco de agradable color a su librea de carreras?
– Un desgarro en la piel, nada más -dijo Elgin Sloane.
– Ah, Elgin, ¿cómo sabías que era sólo una herida en la piel?
– Todos desde aquí a Londres lo saben. El señor Blaystock estaba bastante enfadado. Deseaba que la bala hubiese sido más certera, que al menos hubiera derribado a tu jockey de ese maldito Dodger, para que su Brutus pudiera haber ganado entonces.
Charles chasqueó la lengua.
– Ganymede hubiese ganado si el jinete de Jason no lo hubiera derribado al mío de su lomo. No, Elgin, Brutus no hubiera ganado sin importar cuántas ancas de caballo hubiese logrado morder, una treta interesante, lo admito, pero, ¿eso no le parece un poco impredecible al señor Blaystock? -Se volvió hacia lord Grimsby. -Me encuentro preguntándome, señor, si su Lamplighter derrotaría a Ganymede corriendo en una pista recta. Tiendo a dudarlo, aunque Lamplighter es un excelente animal. Si hubiera habido una carrera recta entre Ganymede y Dodger, en mi mente estoy seguro de que Ganymede se hubiese llevado el premio.
Jason dijo:
– Dodger hizo una carrera tan recta como pudo. Le llevó tiempo a Lorry derribar a tu jockey, Charles. Desearía que no hubiese sido necesario, pero sabes que lo fue. Escúchenme, todos ustedes. Como mínimo, todas estas artimañas distraen a los caballos y a los jockeys. Siempre he creído que sería mejor dejar correr a los caballos sin interferencias.
– Eso nunca sucederá -dijo lord Grimsby. -Ni en un millón de años. A los jinetes les gusta usar sus fustas, les gusta patear a sus oponentes, les gusta apretar a un caballo hasta que retrocede. En cuanto a los caballos, son taimados, está en sus genes. El señor Blaystock me contó que Brutus nació para morder. Los caballos estarían tan aburridos si no pelearan que no correrían lo mejor posible. Necesitan distracciones para seguir adelante.
Jason dijo:
– Dodger no necesita distracciones, no le gustan, y a mí tampoco. -No dijo que Eclipse, sin embargo, pateaba con las patas traseras cuando sentía que un caballo se acercaba demasiado, algo que había hecho naturalmente la primera vez que había corrido. -Sin embargo, ¿no cree que debe trazarse un límite?
Lord Grimsby se encogió de hombros.
– Sucede. Siempre sucederá. Si eres serio respecto a correr, Jason, te acostumbrarás al modo en que se hace.
Charles dijo, sacudiendo la cabeza:
– Quinientas libras, es una bolsa bastante llena la que se llevó Dodger, Jason. Imagino que también apostaste una buena cantidad a que Dodger ganaría. Yo mismo aposté algunas libras en él, las probabilidades eran tan bajas. ¿Te importa si pregunto qué ganaste?
– Diez mil libras aproximadamente. A todos mis parientes también les fue bien. También he recibido notas de agradecimiento de otros que apostaron que Dodger ganaría.
– Eso no es justo -dijo Elgin Sloane amargamente. -Nadie me dijo lo rápido que era Dodger, lo bien entrenado. Maldición, tienes una mujer como socia. ¿Quién creería que sabías lo que estabas haciendo? Simplemente no es justo. Al menos no habrá bajas probabilidades otra vez. ¿Por qué no me lo dijiste, Charles?
– Yo mismo no me di cuenta de lo veloz que era, Elgin. Sólo gané un par de cientas de libras, nada en realidad.
Jason dijo:
– ¿Te deseo lo mejor, Elgin? ¿Te casarás con el ama de Brutus?
– Sí. Gracias a Dios no es como Hallie. No sabe nada de caballos y le daría asco tener que presenciar un apareamiento. Sabe cuándo gritar como loca en las carreras y eso es suficiente para cualquier mujer. Su padre no sabe mucho más, excepto morder. Disfruta viendo a sus caballos morder a la competencia.
– Entonces tendrás carta blanca -dijo Jason. Caminó hasta el hogar para apoyarse contra la repisa, con los brazos cruzados sobre el pecho. -Charles, ¿recuerdas haberme dicho que nadie intentaba disparar a tus jinetes ni tus caballos debido a que las consecuencias eran tan dolorosas? -Charles Grandison asintió. -Hallie y yo acordamos que te superaríamos si alguien tenía el valor de intentar hacernos daño. Estoy aquí para contar a lord Grimsby sobre su castigo.
– Bueno, veamos…
– Milord -dijo Charles con un suspiro, estirando sus largas piernas frente a él, -¿no le dije que no intentara su deshonestidad con Jason? ¿No le dije que era un hombre serio? Vea lo que hizo a mi jinete por un poco de empujones durante la carrera.
– Sí, pero él no sabe nada de carreras, ¡absolutamente nada! Corrió en Norteamérica, las antiguas Colonias, por el amor de Dios. No hay nada allí, nada notable, incluyendo caballos o jockeys.
– En realidad, los norteamericanos han convertido la deshonestidad en un fino arte. Allí también lo odiaba.
– Ganaste la maldita carrera, Jason. ¿Dijiste que anunciarías mi castigo? Cachorro, tu padre no permitirá que me hagas nada, lo he conocido y a tu madre desde antes que tu gemelo y tú nacieran.
– Es mucho tiempo, milord -dijo Jason, y sacudió la cabeza. -Por eso estoy sorprendido de que sea tan estúpido. ¿Puede imaginar a mi padre permitiendo que cualquiera dañe a alguien cercano a él?
– Tu padre comprende las carreras, entiende los riesgos, los desafíos, las pequeñas excentricidades. Otra cosa, no eres tu padre. Todos saben que nunca deben contrariarme, o deberán pagar con el infierno.
– Tiene razón, no soy mi padre. En realidad, tanto James como yo somos mucho peores. Ahora, he sopesado la culpa tanto de Kindred como de Potter en este asunto. No los enviaré a Botany Bay. Mi esposa ha concebido un castigo mucho más efectivo. Verá a dos hombres muy escarmentados cuando regresen aquí. Imagino que se difundirá la noticia de su castigo. Todos se enterarán. Será más y más difícil que los dueños encuentren secuaces para hacer sus travesuras. En cuanto a usted, señor, como he dicho, he decidido su castigo.
– ¡Cachorro insolente!
– No correrá un año entero, es más, no hasta la siguiente carrera Beckshire en agosto próximo.
Lord Grimsby se puso de pie de un salto, con el rostro carmesí, sacudiendo su puño frente al rostro de Jason.
– ¡No puedes darme órdenes de ese modo, pequeño bastardo! No lo soportaré. ¡Fuera de mi casa!